miércoles, septiembre 06, 2006

QUEVEDISMO

para cada ocasion chanza o prurito tanto si mirmidon o cobarde jaquetito.



¿Qué te ríes, filósofo cornudo?

¿Qué sollozas, filósofo anegado?

Solo cumples, con ser recién casado,

como el otro cabrón, recién viudo.



¿Una propia miseria haceros pudo

cosquillas y pucheros? ¿Un pecado

es llanto y carcajada? He sospechado

que es la taberna más que lo sesudo.



¡Que no te agotes tú; que no te corras,

bufonazo de fábulas y chistes,

tal, que ni con los pésames te ahorras!



Diréis, por disculpar lo que bebistes,

que son las opiniones como zorras,

que uno las toma alegres y otro tristes.

lunes, septiembre 04, 2006

EL PEREGRINO APASIONADO

Good night, good rest. Ah, neither be my share:
She bade good night that kept y rest away;
and daff'd me to a cabin hang'd with care,
to descant on the doubts of my decay.
«Farewell», quoth she, «and come again to-morrow»:

Fare well I could not, for I supp'd with sorrow.

Yet at my parting sweetly did she smile,
in scorn or friendship, nill I construe whether:
'T may be, she joy'd to jest at mi exile.
'T may be, again to make me wander thither:
«Wander», a word for shadows like myself,
as take the pain, but cannot pluck the pelf.

Lord, how mine eyes throw gazes to the east!
My heart doth charge the watch; the morning rise
doth cite each moving sense from idle rest.

Not daring trust the office of mine eyes,
While Philomela sits and singe, I sit and mark,
and wish her lays were tuned like the lark;

For she doth welcome daylight with her ditty,
and drives away dark dreaming night;

the night so pack'd. I post unto my pretty;
heart hath his hope and eyes their wished sight;
sorrow changed to solace and mix'd with sorrow;
for why, she sigh'd, and bade me come to-morrow.

Were I with her, the night would post too soon;
but now are minutes added to the hours;
to spite me now, each minute seems a moon;
yet not for me, shine sun to succour flowers!
Pack night, peep day; good day, of night now borrow;
short, night, to-noght, and length thyself to-morrow.


¡Feliz, noche y descanso! Más nada es para mí.
La noche que bendigo aleja mi descanso
llevándome a una cama puesta con todo lujo,
para que allí discurra sobre mi mala suerte.
¡Qué sigas bien! me dice «vuelve pronto mañana»

más, bien seguir, quién puede, si ha cenado dolor.

Sin embargo, al marcharme, sonríe dulcemente,
con desdén o amistad, no sabría decirlo,
aunque tal vez le agrade el juego con mi exilio
o tal vez más le agrade que vague por allí.
«Vagar» palabras hechas a sombras como yo,
que aún penando o pueden recoger el botín.

¡Oh, Señor! Cómo miran mis ojos al Oriente.
Mi corazón se abruma con la espera del alba,
que ordena a todo el mundo que el descanso se acaba.
Sin que me fíe mucho de lo que ven mis ojos.
Sentada, Filomena, canta y cuando la escucho
deseo el mismo tono que el canto de la alondra,

que da la bienvenida al alba con su canto,
alejando la oscura y somnolienta noche.

Cuando se va la noche yo corro hacia mi amada.
Mi corazón encuentra la esperanza en mis ojos.
Penar ya es un consuelo y el consuelo tristeza.
¿Por qué? Porque suspira y dice ¡hasta mañana!

Que las noches con ella se van rápidamente

y ahora los minutos son largos como horas,
aunque a veces se mofan siendo fases de luna.
¡Brilla sol! No por mí, da tu don a las flores.
Huye noche y que el día, robe parte de noche
y tú noche sé breve y vuelve a ser mañana.

AL VIENTO

Gracias

William Burroughs
Día de Acción de Gracias. 28 de noviembre de 1986, de Vía Muerta
" Gracias por el pavo y las palomas mensajeras,
destinados a ser cagados a través de las tripas de los americanos.
Gracias por todo un continente que hemos asesinado y hemos envenenado.
Gracias a los indios que nos proporcionan algo de peligro y de reto.
Gracias por las grandes manadas de bisontes, por matarlos, sacarles la piel y dejar que se pudra.
Gracias por los trofeos de lobos y coyotes.
Gracias por el sueño americano, por divulgar y falsificar hasta que el fraude salga a la luz.
Gracias por el Ku Kux Klan, por los policías que matan negros y se los apuntan en su cuenta, por las mujeres piadosas y decentes con sus caras mezquinas cansadas, amargadas y perversas.
Gracias por las pegatinas que pongan -Matar un maricón en nombre de Cristo-.
Gracias por el sida de laboratorio.
Gracias por la prohibición y la guerra contra la droga.
Gracias por un país donde a nadie se le permite hacer lo que quiere.
Gracias por una nación de chivatos.
Oh sí gracias por todos los recuerdos, va enséñame los brazos, siempre has sido un estorbo y siempre has sido un pesado.
Gracias por haber traicionado de esta forma el último y más importante de los sueños humanos. "

Hagamos un trato

Compañera usted sabe puede contar conmigo
no hasta dos o hasta diez sino contar conmigo
si alguna vez advierte que la miro a los ojos
y una veta de amor reconoce en los míos
no alerte sus fusiles ni piense qué delirio
a pesar de la veta o tal vez porque existe
usted puede contar conmigo
si otras veces me encuentra huraño sin motivo
no piense qué flojera igual puede contar conmigo
pero hagamos un trato yo quisiera contar con usted
es tan lindo saber que usted existe uno se siente vivo
y cuando digo esto quiero decir contar
aunque sea hasta dos aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda presurosa en mi auxilio
sino para saber a ciencia cierta
que usted sabe que puede contar conmigo.

Moore

Believe Me, If All Those Endearing Young CharmsBelieve me, if all those endearing young charms,
Which I gaze on so fondly today,Were to change by tomorrow, and fleet in my arms,
Like fairy-gifts fading away,Thou wouldst still be adored, as this moment thou art,
Let thy loveliness fade as it will,And around the dear ruin each wish of my heart
Would entwine itself verdantly still.It is not while beauty and youth are thine own,
And thy cheeks unprofaned by a tearThat the fervor and faith of a soul can be known,
To which time will but make thee more dear;No, the heart that has truly loved never forgets,
But as truly loves on to the close,As the sunflower turns on her god, when he sets,
The same look which she turned when he rose.

INSOMNIO

Hace unos anios, estaba estudiando por las manianas y por las tardes curraba, me lo tome en serio, no queria bajar del sobresaliente y empollaba bastante, no tenia tiempo en el dia para relajarme, los nervios, ir de aqui para alla, comier poco y dormir menos me paso factura en forma de insomnio, muy lucido por las noches, en las que mi cerebro no aceptaba dejar de funcionar, muy jodido por el dia, que acabo difuminandose en un duermevela. Por el camino perdi el contacto con varios colegas y mi novia de aquellos anios acabo dejandome ante la imposibilidad de verme con alguna frecuencia, y en buen estado.
Todo acabo cuando mi salud se resintio y tuve que elegir entre bajar el nivel de exigencia o acostumbrarme a las lipotimias. Lo malo de las lipotimias es que la gente cree que eres un yonqui, solo por que te desmayas y luego tienes muy mala cara, el dia que me dio una al volante y me choque con el coche de delante (menos mal que fue a poca velocidad y aparte de la chapa y pintura, no paso nada) decidi que no merecia la pena, me relaje y mis notas bajaron (gracias a dios no mucho), pero el insomnio desaparecio, y con el, esa sensacion crepuscular de no saber muy bien si era de dia o de noche cuando no lo evidenciaba la luz del sol.
Como no podia dormir, muchos dias escribia compulsivamente para fatigar mi cerebro que se negaba a desconectar, eso al menos me relajaba. Lo que va a continuacion son algunos trozos de esos escritos, de aquella epoca en la que tanto perdi de mi mismo por ser el mejor en algo que al fin y a la postre no me ha servido de mucho.
Despues de releermelos me he dado cuenta de que a un nivel inconsciente, no sufria insomnio por el ritmo frenetico de las cosas que hacia y mi excesiva autoexigencia, sino por todas las cosas que dejaba de disfrutar, que me estaba perdiendo con esa absurda dinamica.




No puedo dormir, y ese insomnio, a veces companiero, a veces enemigo, que me vigila siempre atento, siempre fiel, va adquiriendo madurez con el transcurso de los meses... se va haciendo mayor el chico o la chica, por que en materia de insomnios no creo que importe el genero, digo yo.
En fin, que ya me habla de tu a tu, y me dice:" anda, cuentame que tal te ha ido hoy", y yo se lo cuento, y vuelco en el, o en ella, no se si en senial de venganza o de amor, mis miedos, mis alegrias, un universo de mismidades que van conformando mi duermevela.
El, (o ella) sonrie mientras se lo cuento, sonrie con sonrisa de dios, con eterna comprension y constante critica, sabiendose maestro en mis introspecciones, en las perforaciones de mi corazon, de donde salen violenta y desordenadamente sentimientos buenos y malos, como si fueran petroleo arrancado de las intimidades de la tierra, que se me antojan misteriosas e insondables.
En fin, que este preciado tesoro que le entrego cada noche, la capa ultima y mas valiosa de mi alma, ya solo le aburre.
Es curioso y entraniable que no sepa que vive de esa materia, que no se de cuenta que de ese pozo con fondo,( digo yo que tendra fondo, por que si no, no se desbordaria), sale su sustento diario, lo que le hace existir...
A ver si me ha salido tonto el insomnio, pienso alguna vez, pero enseguida desecho la idea, por que al fin y al cabo es mio, y quieras o no, tener un insomnio tonto, dice poco de uno.
Prefiero pensar que es distraido y un poco lelo, como un perrillo de esos que se persiguen el rabo, a los que en el fondo todo el mundo envidia por que necesitan muy poco para ser felices, yo, en cambio nunca me he perseguido el rabo, por que el mio es muy facil de atrapar, es mas, yo diria que el que me lo puso ahi queria darme facilidades para que fuera feliz con el sin tener que perseguirmelo, pero no era muy listo, o era un hijoputa, por que me ha convertido gracias a ello, en acto o en potencia en pecador, onanista, lascivo, machista, mal conductor, consumidor de articulos de latex, pervertido, insatisfecho, perseguidor (garrota en ristre), de inocentes hembras, posible ciego, calvo, pederasta, zoofilico, sodomita y no se cuantas cosas mas, y todo por el rabito de los cojones ( nunca mejor dicho).
Se lo podia haber metido por el culo, o haberselo puesto a la mujer, o haberle dado otra utilidad menos problematica, como el lobulo de las orejas, que solo sirve para llevar los pendientes.
Aunque.... alguna alegria si me ha dado la cosilla, no lo voy a negar, pero prefiero no recordarlas porque se me pone gordo, (el insomnio).

En fin, que es un poco lelo y distraidillo el chaval... y casi prefiero que sea asi, me da un poco de miedo que se haga mayor de verdad, como les pasa a las madres con los hijos, toda la vida poniendolos a parir y el dia que se deshacen de ellos les falta la vida... en realidad lo que les pasa ea que se aburren, que tener un hijo al fin y al cabo, es una de las cosas mas entretenidas que hay en la vida: claro, luego se van, y te queda el dia vacio, por eso algunas suegras odian a las mujeres de sus hijos, por que les envidian lo entretenidas que estan, y por que tienen mucho tiempo libre, y el aburrimiento fomenta el odio, y si no, vete al mercado de tu barrio un miercoles por la maniana... que hay? , mujeres sin hijos, o sea , marujas, dandose de dentelladas por su puesto en la cola de la caja, mareando al charcutero por 100 gramos de york, sospechando el enganio en cada bascula, en cada fecha de caducidad, en cada oferta 2x1, siendo, al fin y al cabo, las guerreras del carrito, maestras del articulo rebajado, diosas del ahorro, premios nobel de los precios. Para que luego digan que de los ejecutivos agresivos, de la competitividad de la empresa moderna, ellas saben quien se ha llevado su queso, la del tercero del portal 21, por que va con escote y el charcutero, ( que tambien tiene rabo, por lo que es sospechoso de todo lo dicho antes) la da lo mejor. La maruja no tiene a quien cuidar, y ese tremendo vacio tiene que llenarse de alguna manera, pero no nos enganiemos, esto solo pasa con mujeres de clase media-baja, por que el dinero entretiene mas que un hijo, y puedes pasarte el dia comprando perfumes en Cristian Dior,( Place Vendome 8) y luego ir a cenar a Maxim's, que es una horterada, pero pilla cerca.
La maruja es pobre y no sale mucho de su barrio, las mujeres con hijos hacen su compra en el Carrefour el sabado para todo el mes, por que no tiene tiempo.
La maruja compra todos los dias, hoy una fregona, maniana el pescado, todos los dias el pan.
Si la maruja no esta satisfecha con su tendero... guerra. Tras una minuciosa observacion y preparacion del ataque se despliegan toda clase de armas, se critica la limpieza e higiene de la tienda, se pone en duda la procedencia del genero, se divulgan los detalles mas escabrosos, reales o inventados del tendero/a y familia. Se pone en tela de juicio su honestidad, se profieren amenazas de cambiar de tienda y todo esto a diario y sin dar tregua, ellos podran tener el cuchillo, pero ellas tienen el poder, tienen el tiempo, y pueden comprar el pescado y los filetes maniana o pasado, por que en realidad no los necesitan hasta el sabado, que es cuendo viene el hijo a comer, con la bruja de la nuera.
Ellas no tiene rabo que perseguirse.
Y mi insomnio crece, y como una maruja, (y encima con rabo), temo el dia en que se haga mayor del todo y descubra su razon de ser, me da miedo que un dia me diga que desde que te vieron mis ojos, les cuesta cerrarse de puro buscarte por los alrededores de mi vida.

Burroughs

William S. Burroughs

El almuerzodesnudo


Título de la edición original: Naked Lunch
Traducción de Martín Lendínez


ÍNDICE

INTRODUCCIÓN 3
UNO 8
BENWAY 16
JOSELITO 26
LA CARNE NEGRA 29
HOSPITAL 32
LÁZARO VUELVE 38
LA SALA DE JUEGOS DE HASSAN 41
CAMPUS DE LA UNIVERSIDAD DE INTERZONAS 46
LA FIESTA ANUAL DE A. J. 48
REUNIÓN DEL CONGRESO INTERNACIONAL DE PSIQUIATRÍA TECNOLÓGICA 55
EL MERCADO 57
GENTE NORMAL Y CORRIENTE 64
ISLAM, S. A., Y LOS PARTIDOS DE INTERZONAS 74
EL OFICIAL DEL JUZGADO 85
INTERZONAS 89
EL RECONOCIMIENTO 93
¿HAS VISTO A ROSA PANTOPON? 98
PARANOIAS DE LA COCA 99
EL EXTERMINADOR HACE UN BUEN TRABAJO 101
EL ÁLGEBRA DE LA NECESIDAD 103
HAUSER Y O'BRIEN 105
PREFACIO ATROFIADO ¿Y TÚ NO? 109
APÉNDICE 117


INTRODUCCIÓN
DECLARACIÓN:TESTIMONIO SOBRE UNA ENFERMEDAD
Desperté de la Enfermedad a los cuarenta y cinco años, sereno, cuerdo y en bastante buen estado de salud, a no ser por un hígado algo resentido y ese aspecto de llevar la carne de prestado que tienen todos los que sobreviven a la Enfermedad... La mayoría de esos supervivientes no recuerdan su delirio con detalle. Al parecer, yo tomé notas detalladas sobre la Enfermedad y el delirio. No tengo un recuerdo preciso de haber escrito las notas publicadas ahora con el título de EL ALMUERZO DESNUDO. El título fue sugerido por Jack Kerouac. Hasta mi reciente recuperación no comprendí lo que significaba exactamente lo que dicen sus palabras: ALMUERZO DESNUDO: un instante helado en el que todos ven lo que hay en la punta de sus tenedores.
La Enfermedad es la adicción a la droga y yo fui adicto durante quince años. Cuando digo adicto quiero decir adicto a la droga (término genérico para el opio y/o sus derivados, incluyendo todos los sintéticos, del demerol al palfium). He consumido la droga bajo muchas formas: morfina, heroína, dilaudid, eucodal, pantopón, diccodid, diosane, opio, demerol, dolofina, palfium. La he fumado, comido, aspirado, inyectado en vena-piel-músculo, introducido en supositorios rectales. La aguja no es importante. Tanto da que la aspires, la fumes, la comas o te la
Sólo quedan los huesos, riendo, la carne pasa las colinas, a lo lejos, con el viento del amanecer y el silbido del tren. No ignoramos que el problema existe, las necesidades de nuestros representados están siempre presentes en nuestro pensamiento, en él residen con toda seguridad porque, ¿quién podría desahuciarlos de nuestras sinapsis alquiladas en permanencia?
Otro episodio de las aventuras de Clem Snide, el Ojete de Lince:
—Así que entro en el tugurio aquel y veo una furcia sentada en la barra y me digo: «Dios mío, una poule de luxe. » Quiero decir que era como si ya hubiese visto antes a la fulana aquella. Así que al principio no le hago caso y luego la descubro frotándose un muslo con otro y que levanta los pies hasta la cabeza y la baja para hacerse un tipo de lavaje con un chisme que le sale de la nariz que no hay cristiano que no se entere.
Iris —mitad china y mitad negra —adicta a la dihidroxiheroína —se pega un chute cada cuarto de hora, con lo que se deja las agujas y goteros puestos por todo el cuerpo. Las agujas se oxidan dentro de la carne seca que, aquí y allá, las ha ido cubriendo completamente hasta formar quistes blandos de un marrón verdoso. Ante ella, sobre la mesa, un samovar con té y una cesta con diez kilos de azúcar morena. Nadie la ha visto nunca tomar otra cosa. Sólo justo antes de cada pinchazo oye lo que le dicen o dice algo ella. Hace alguna indicación aséptica, objetiva; referente a su propia persona.
—Se me está taponando el ojo del culo.
—Me salen unos jugos verdes terribles por el coño.
Iris es uno de los proyectos de Benway.
—El cuerpo humano puede funcionar a base de azúcar sólo, me cago en Dios... Soy consciente de que algunos de mis ilustres colegas que tratan de empequeñecer mi genial trabajo, pretenden que introduzco clandestinamente vitaminas y proteínas en el azúcar de Iris... Desafío a esos tontos del culo sin nombre a que se arrastren fuera de sus letrinas y hagan un análisis in situ del azúcar de Iris, y de su té. Iris es un coño norteamericano integral. Niego categóricamente que se esté alimentando de semen. Y permítanme aprovechar esta oportunidad para declarar que soy un científico respetable, no un charlatán, un iluminado, o un presunto hacedor de milagros... Nunca he pretendido que Iris pudiera subsistir exclusivamente por fotosíntesis... No he dicho que pueda aspirar dióxido de carbono y exhalar oxígeno... confieso que me he sentido tentado de hacer el experimento, pero naturalmente, mi ética profesional me detuvo... En resumen, las viles calumnias de mis ruines enemigos se volverán inevitablemente contra ellos, y vendrán al plato como buenos palomos.

GENTE NORMAL Y CORRIENTE
Comida del Partido Nacionalista con vistas al Mercado. Puros, whisky, eructos discretos... El líder del Partido se pasea en chilaba, tomando whisky y fumando un puro. Lleva zapatos ingleses caros, calcetines chillones, ligas, piernas musculosas, peludas... En conjunto, aspecto de gángster triunfador disfrazado.
LÍDER (señalando con gesto dramático). —Mire allí. ¿Qué ve usted?
LUGARTENIENTE. —Hum. Bueno, veo el Mercado.
LÍDER. —No, no ve eso. Ve hombres y mujeres. Gente normal y corriente haciendo las cosas normales y corrientes de todos los días. Viviendo sus vidas normales y corrientes. Eso es lo que necesitamos...
Un golfillo trepa hasta la barandilla de la terraza.
LUGARTENIENTE. —¡No, no queremos comprar condones usados! ¡Largo!
LÍDER. —¡Espera... ! Ven aquí, muchacho. Siéntate... Toma un cigarro... Tómate una copa.
Da vueltas alrededor del chico como un gato montes cachondo.
—¿Qué piensas de los franceses?
—¿Hu?
—Los franceses. Esos cabrones colonialistas que os están chupando los glóbulos vitales.
—Mire, míster. Chuparme los glóbulos son doscientos francos. No he bajado la tarifa desde el año de la peste, cuando murieron todos los turistas, hasta los escandinavos.
LÍDER. —¿Ve usted? Un chico de la calle perfecto, sin adulteraciones.
—Usted sí que sabe encontrarlos, jefe.
—M. I. nunca falla.
LÍDER. —Mira, chico, vamos a decirlo de otra manera. Los franceses os han arrebatado vuestra herencia.
—¿O sea, como el Banco de la Amistad... ? Tienen a un eunuco egipcio sin dientes para hacer el trabajo. Suponen que provoca menos antagonismo, ¿sabe?, siempre se baja los pantalones para que se vea su estado. «Mire, soy un pobre eunuco viejo y sólo trato de mantener mi hábito. Me gustaría darle otro plazo para el riñón artificial, señora, pero tengo que cumplir con mi trabajo, y punto... Desconectadla, chicos. » Deja ver las encías con un gruñido imperceptible. «Por algo me llaman Nellie el Embargos. »
»Así que desconectan a mi propia madre, esa santa zorra vieja, y empieza a hincharse y a ponerse negra y el zoco apesta a meados y los vecinos protestan a la Junta de Sanidad y mi padre dice: "Es la voluntad de Alá. Ya no volveré a tirar mi dinero por la cañería como si lo meara. "
»Los enfermos me dan asco. Cuando alguien empieza a hablarme del cáncer de próstata o de su tabique podrido y sus secreciones de pus, le digo: "¿Te crees que tengo el más mínimo interés en que me expliques tu asqueroso estado? No me interesa nada de nada. "
LÍDER. —Muy bien. Corta. Odias a los franceses, ¿no es cierto?
—Míster, yo odio a todo el mundo. El doctor Benway dice que es cosa
—Un poco bajos de forma por la falta de piernas, desde luego.
—Y el problema de la cabeza.
(El cornezuelo es un hongo venenoso que crece en el trigo podrido. En la Europa medieval, la población quedaba periódicamente diezmada por brotes de ergotismo, la enfermedad producida por el cornezuelo, llamada Fuego de San Antón, que con mucha frecuencia produce gangrena y hace que las piernas se pongan negras y se desprendan.)
Descargan una partida de paracaídas de desecho para el Ejército del Aire ecuatoriano. Maniobras: los chicos caen a plomo colgados de paracaídas que flamean como condones rotos, sangre joven salpica las barrigas gordas de los generales... Estruendosa onda sónica mientras Clem y Jody desaparecen tras los Andes en un jet preparado para la huida...
Los objetivos precisos de Islam, S. A., son oscuros. No hace falta decir que cada uno de los implicados tiene un enfoque distinto, y que todos ellos pretenden engañar a los otros en algún momento.
A. J. hace agitación en favor de la destrucción de Israel: —Con todo este estado de ánimo en contra de Occidente, uno tiene que procurar dedicarse a las jóvenes delicias árabes... La situación es poco menos que intolerable... Israel constituye pura y simplemente un estorbo —coartada típica de A. J.
Clem y Jody insinúan que están interesados en la destrucción de los campos petrolíferos de Oriente Medio, para así hacer subir el valor de sus intereses en Venezuela.
Clem escribe una canción con la música de Crawdad (Big Bill Broomzy).
¿Qué harás cuando se acabe el petróleo?Sentarme y ver cómo se mueren los árabes.
Salvador lanza una espesa cortina de finanzas internacionales para encubrir, al menos de cara a la clase de tropa, sus actividades licuefaccionistas... Pero después de unos cuantos toques de ayahuasca muestra su juego a los amigos.
—Islam ya no es más que pura agua de borrajas —dice bailando la jiga del licuefaccionista... Y luego, incapaz de contenerse, suelta su horrible falsete:
Está temblando en el bordeun empujón y al agujeroeh, Maw, prepara mi velo.
—Total, que los fulanos aquellos contrataron a un judío de Brooklyn que anda por ahí de reencarnación de Mahoma... La verdad es que el doctor Benway lo extrajo de un Santón de La Meca mediante cesárea...
—Si Ahmed no sale... entraremos nosotros por él.
Los árabes aceptan crédulamente y sin preguntas este camelo tan descarado.
—Estos árabes son buena gente... buenos e ignorantes —dice Clem.
Así que el farsante aquel suelta sus suras por la radio todos los días:
—Bien, amigos radioyentes, aquí está Ahmed, su profeta amigo... Hoy quiero hablarles de la importancia de ser finos y besar con frescura en todo momento... y para estar bien seguros, nada como las pastillas de clorofila de Jody, amigos.
Y ahora unas palabras sobre los partidos de Interzonas... Resulta evidente desde el principio que el Partido Licuefaccionista está compuesto enteramente, con excepción de un hombre, de panolis, aunque no se puede saber quién engaña a quién hasta la absorción final... Los Licuefaccionistas son muy dados a toda clase de perversiones, en especial a las prácticas sadomasoquistas.
Por lo general, los Licuefaccionistas saben de qué va el asunto. Los Emisores, por el contrario, son conocidos por su ignorancia de la naturaleza y el estado terminal de la emisión, por sus modales bárbaros y petulantes, y por su miedo cerval a cualquier hecho. Si no hubiera sido por la intervención de los Factualistas, los Emisores hubieran metido a Einstein en un manicomio y hubieran destruido su teoría. Puede decirse que sólo unos pocos Emisores saben lo que hacen y ésos, los más importantes, son los seres más peligrosos y malignos del mundo... Al principio, las técnicas de emisión eran rudimentarias. Fundido a Congreso Nacional de Electrónica en Chicago.
Los congresistas están poniéndose el abrigo... El orador habla con voz plana, de dependienta:
—Para terminar, quiero decir unas palabras de advertencia... El desarrollo lógico de la investigación encefalográfica es el biocontrol, es decir, control de movimiento físico, procesos mentales, reacciones emocionales e imprecisiones sensoriales aparentes, con señales bioeléctricas inyectadas en el sistema nervioso del individuo.
—Más fuerte... y más gracioso... —Los congresistas van saliendo entre nubes de polvo.
—Poco después del nacimiento, un cirujano podría colocar las conexiones en el cerebro. Implantaría un receptor de radio en miniatura y el sujeto sería controlado desde los transmisores del Estado.
El polvo se va depositando en el aire inmóvil del gran salón vacío. Olor a vapor y a hierro caliente; a lo lejos canta un radiador... El orador pone sus notas en orden y sopla para quitarles el polvo...
El aparato de biocontrol es el prototipo del control telepático unilateral. Se podría lograr que el sujeto se mostrase sensible al transmisor por medio de drogas o de otros sistemas sin instalar aparato alguno. En el estadio final, los Emisores utilizarán exclusivamente la transmisión telepática... ¿Han visto alguna vez un código maya? Pienso que sería así: los sacerdotes (más o menos el uno por ciento de la población), usarían Emisores telepáticos unidireccionales para dar instrucciones a los trabajadores sobre qué y cuándo deben sentir... Un Emisor telepático tiene que emitir todo el tiempo. No puede recibir nunca porque si recibe es que algún otro tiene sensaciones propias y puede interrumpir su funcionamiento. El Emisor tiene que emitir todo el tiempo, pero no puede recargarse sin contacto y antes o después se queda sin sensaciones que emitir. No se puede sentir a solas. Tan a solas como el Emisor, porque ya saben que no puede haber más que un único Emisor en un espacio-tiempo. Finalmente, la pantalla se queda en blanco... El Emisor se ha convertido en un ciempiés gigante... Y entonces los trabajadores entran en foco y queman al ciempiés y eligen un nuevo Emisor por consenso de la voluntad general... Los mayas estaban limitados por el aislamiento... Así pues, el Emisor podría controlar el planeta... Como ven, el control no puede ser nunca un medio ni llegar a un fin práctico... No puede ser nunca sino un medio de llegar a un control superior como la droga.
Los Divisionistas ocupan una posición intermedia y de hecho se los podría calificar de moderados... Se les llama Divisionistas porque se dividen, en sentido literal. Se cortan trocitos minúsculos de su propia carne de los que crecen copias exactas de sí mismos en embriones gelatinosos. Parece probable que, eventualmente, y a menos que se ponga término al proceso de división, acabará por no haber en todo el planeta más que copias de un sexo: es decir, una sola persona en el mundo con millones de cuerpos distintos... ¿Son esos cuerpos realmente independientes ? ¿Pueden desarrollar con el tiempo características distintas? Lo dudo. Las copias tienen que recargarse periódicamente en la Célula Madre. Para los Divisionistas que viven atemorizados por una posible revolución de sus copias, éste es un artículo de fe... Algunos Divisionistas creen que se puede interrumpir el proceso poco antes del eventual monopolio de una copia. Dicen:
—Pondré sólo unas cuantas copias más aquí y allá para no sentirme solo cuando viajo... Y tenemos que controlar estrictamente la división de los indeseables.
Cualquier copia que no sea la propia puede eventualmente ser un «indeseable». Naturalmente, si alguien empieza a inundar una zona de «copias idénticas», todo el mundo sabe lo que pasa. Los otros ciudadanos tienen que declarar la «Schluppit» (exterminio al por mayor de toda copia identificable). Para evitar el exterminio de sus copias, los ciudadanos las tiñen, deforman y modifican con postizos en la cara y cuerpo. Sólo los individuos más dejados y sin principios se atreven a fabricar esas C. I. («Copias Idénticas»).
Un caid albino retrasado mental, producto de una larga línea de genes recesivos (boquita minúscula sin dientes rodeada de pelos negros, cuerpo de cangrejo gigante, garras en vez de brazos, ojos proyectados sobre antenas), acumuló veinte mil C. I. S.
—Hasta donde alcanza la vista no hay sino copias —dice reptando por una terraza y hablando con extraños chirridos de insecto—. No tengo necesidad de vagabundear como un gilipollas desconocido creando copias en mi letrina y sacándolas disfrazadas de fontaneros o de repartidores... Mis copias no ven su asombrosa belleza estropeada por cirugías estéticas, tintes bárbaros, ni productos blanqueadores. Se yerguen desnudas al sol para que todos las vean en plena adoración incandescente de cuerpo, rostro y alma. Las he hecho a mi imagen y semejanza, y las he animado para que aumenten y se multipliquen en progresión geométrica, porque ellas heredarán la Tierra.
Trajeron a un hechicero profesional para hacer que los cultivos de copias del jeque Arácnido quedasen estériles para siempre... El hechicero estaba a punto de lanzar un bombardeo de antiorgones cuando el doctor Benway le dijo:
—No malgaste energías. La ataxia de Frederick se encargará de limpiar este nido de copias. Estudié neurología en Viena, con el profesor Dedoenculo... que se conocía hasta el último nervio del cuerpo. Viejo magnífico... Tuvo un final lamentable... Se le escaparon los hemorroides externos yendo en el Hispano-Suiza del duque del Ventre y se le engancharon en la rueda trasera. Se destripó completamente y sólo quedó la cáscara vacía sentada sobre la tapicería de piel de jirafa... Hasta los ojos y el cerebro salieron con un espantoso sonido de succión. El duque del Ventre dice que llevará ese terrible sonido dentro hasta el mausoleo.
Como no hay ningún medio seguro para reconocer a una copia disfrazada (aunque todo Divisionista tiene algún método que considera infalible), los Divisionistas son histéricamente paranoicos. Si alguien se atreve a expresar una opinión liberal, habrá invariablemente otro que gruña:
—¿Y usted quién se cree que es? Seguro que es la copia blanqueada de algún negro apestoso.
Las bajas por peleas en bares son tremendas. De hecho, el miedo a las copias de negros (que pueden ser rubias y con ojos azules) ha despoblado regiones enteras. Los Divisionistas son todos homosexuales latentes o declarados. Carrozas pérfidas que dicen a los jóvenes:
—Si os vais con mujeres, vuestras copias no crecerán.
Y los ciudadanos están siempre echando mal de ojo a las copias de los demás. Gritos de: «¡Echa mal de ojo a mi cultivo, Biddy Blair!», seguidos de efectos sonoros de mutilación, recorren constantemente el barrio... Los Divisionistas son muy dados a las prácticas de magia negra en general, y tienen innumerables fórmulas de eficacia variable para destruir la Célula Madre, también llamada Papá Protoplasma, torturando o matando a una copia cautiva... Las autoridades han terminado por desistir de todo intento de controlar los delitos de asesinatos y producción ilegal de copias entre los Divisionistas. Pero montan redadas preelectorales y destruyen grandes cultivos de copias en las regiones montañosas de Interzonas, donde se ocultan los productores clandestinos de copias.
El acto sexual con una copia está estrictamente prohibido, y es casi universalmente practicado. Hay bares de mariquitas en los que individuos desvergonzados copulan abiertamente con sus copias. Los detectives del local meten la cabeza en las habitaciones de los hoteles diciendo:
—¿Tiene usted alguna copia aquí?
Los bares expuestos a ser inundados por los amantes de copias de clase baja ponen letreros con comillas: «No se sirva a S. » Se puede decir que el Divisionista medio vive en una crisis permanente de miedo y rabia, incapaz de lograr tanto la presuntuosa complacencia de los Emisores como la tranquila depravación de los Licuefaccionistas... No obstante, en la práctica, los partidos no están separados sino entremezclados en todas las combinaciones posibles.
Los Factualistas son anti-Licuefaccionistas, anti-Divisionistas y sobre todo anti-Emisores.
Boletín del Factualista Coordinado sobre la cuestión de las copias:
«Debemos rechazar la fácil solución de inundar el planeta de "copias deseables". Es altamente dudoso que existan copias auténticamente deseables, tales criaturas constituyen un intento de esquivar proceso y cambio. Incluso las copias más inteligentes y perfectas desde un punto de vista genético constituirían con toda probabilidad una amenaza intolerable para la vida del planeta... »
B. P. —Boletín Provisional; Licuefacción:
«No debemos rechazar o negar nuestro núcleo protoplasmático, esforzándonos por mantener en todo momento la máxima flexibilidad sin caer en la ciénaga de la licuefacción... »
Boletín Provisional e Incompleto:
«No nos oponemos en absoluto a la investigación telepática. De hecho, la telepatía, entendida y usada adecuadamente, puede constituir la última defensa contra cualquier forma de tiranía o coerción organizada por parte de grupos de presión o de adictos individuales al control. Nos oponemos, lo mismo que nos oponemos a la guerra atómica, al uso de esos conocimientos para controlar, coartar, reducir, explotar o aniquilar la individualidad de otra criatura viva. La telepatía no es en su naturaleza misma un proceso unidireccional. Las pretensiones de establecer un sistema de emisión telepática unidireccional deben entenderse como un mal absoluto... »
B. D. —Boletín Definitivo:
«El Emisor vendrá definido por lo negativo. Un área de bajas presiones, un vacío que absorbe. Será portentosamente anónimo, incoloro, sin rostro. Nacerá, probablemente, con discos de piel blanda en lugar de ojos. Siempre sabe adonde va; como los virus, no necesita ojos. »
—¿No podría existir más de un Emisor?
—¡Oh, sí! Al principio, muchos. Pero no por mucho tiempo. Algunos individuos sensibles creerán que pueden emitir cosas eficientes, sin darse cuenta de que el mal es precisamente el emitir. Los científicos dirán:
»—Emitir es como la energía atómica... si es manejada adecuadamente...
»En ese momento, un técnico anal se prepara un bicarbonato de sosa y aprieta el botón que deja la Tierra reducida a polvo cósmico.
»—Brruump... Este pedo se va a oír hasta en Júpiter.
»Los artistas confundirán emisión y creación. Irán por ahí chillando lo de "un nuevo medio" hasta que deje de darles pasta... Los filósofos hablarán y hablarán del rollo de los fines y de los medios, sin saber que emitir no puede ser nunca más que un medio para emitir más, como la Droga. Trate usted de utilizar la droga como medio para otra cosa... Algunos individuos con hábitos de control tipo "Coca-Cola y Aspirina" hablarán del perverso encanto de la emisión. Pero ninguno hablará mucho tiempo de nada. Al Emisor no le gusta la charla. »
El Emisor no es un ser humano... Es el Virus Humano (todos los virus son células deterioradas que llevan una existencia parásita... Tienen una afinidad especial con la Célula Madre; así, las células hepáticas deterioradas buscan el dulce hogar de la hepatitis, etcétera. De tal manera que cada especie tiene su Virus Maestro: Imagen Deteriorada de esa especie.)
La imagen rota del Hombre avanza minuto a minuto, célula a célula... Pobreza, odio, guerra, delincuencia policíaca, burocracia, locura, síntomas todos del Virus Humano.
Ahora puede ser aislado y tratado el Virus Humano.

EL OFICIAL DEL JUZGADO
El Oficial del Juzgado tiene su despacho en un enorme edificio de ladrillo rojo conocido por El Viejo Tribunal. De hecho, allí es donde tramitan los casos civiles, prolongándose los trámites de modo inexorable hasta que los litigantes mueren o retiran su caso. Esto se debe al enorme número de expedientes que se ocupan de absolutamente todo, expedientes que están archivados en lugares equivocados, de modo que nadie excepto el Oficial del Juzgado y su equipo de ayudantes pueden encontrarlos, aunque a veces se pasa años buscándolos. De hecho, todavía anda buscando los documentos relativos a una causa por daños y perjuicios que fue resuelta de modo extrajudicial en 1910. Muchas partes del Viejo Tribunal están en ruinas y otras son altamente peligrosas, debido a los frecuentes derrumbamientos. El Oficial del Juzgado asigna a sus asistentes las misiones más peligrosas, y muchos de ellos han perdido la vida en el servicio. En 1912, 207 ayudantes quedaron atrapados en un derrumbamiento del ala Nor-nordeste.
Cuando se inicia procedimiento contra alguien de la Zona, sus abogados intentan que el caso sea transferido al Viejo Tribunal. Una vez hecho esto, el demandante ha perdido el caso de modo que los únicos casos que llegan a ser juzgados en el Viejo Tribunal son los litigados por excéntricos y paranoicos que desean «una vista pública», cosa que raramente consiguen dado que sólo la más desesperada necesidad de noticias atraerá a un reportero al Viejo Tribunal.
El Viejo Tribunal está situado en el pueblo de Palomar, fuera de la zona urbana. Los habitantes de esta localidad y de la zona circundante de pantanos y espesos bosques son gente de tan profunda estupidez y tan bárbaras costumbres que la Administración ha considerado conveniente mantenerlos en cuarentena en una reserva rodeada por un muro radiactivo de ladrillos de hierro. En represalia, los habitantes de Palomar han llenado la localidad de carteles: «Urbanita, no permitas que el sol se pose sobre ti aquí. » Advertencia innecesaria, pues nada, excepto asuntos urgentes, haría que un urbanita visitase Palomar.
El asunto de Lee es urgente. Tiene que presentar una certificación de que padece peste bubónica para evitar que lo expulsen de la casa que lleva ocupando diez años sin pagar renta. Vive en una cuarentena permanente. Así que llena su cartera de mano de certificaciones y exhortos y declaraciones juradas y coge un autobús hacia la Frontera. El inspector de aduanas urbanita lo deja pasar:
—Espero que no lleve una bomba atómica en esa cartera de mano.
Lee se traga un puñado de píldoras tranquilizantes y penetra en la barraca de la aduana de Palomar. Los inspectores se pasan tres horas manoseando sus papeles, consultando polvorientos registros y tarifas de los que leen pasajes incomprensibles y siniestros que terminan con: «Y por lo tanto está sujeto a multa y prisión de acuerdo con el artículo 666. » Y lo miran significativamente.
Revisan sus papeles con una lente de aumento.
—A veces ponen chistes verdes entre líneas.
—A lo mejor piensa venderlos como papel higiénico. ¿Esta mierda es para su uso personal?
—Sí.
—Dice que sí.
—¿Y cómo podemos saberlo?
—Tengo una certificación.
—Un tipo listo. Quítese la ropa.
—Sí. A lo mejor tiene tatuajes pornográficos.
Le palpan el cuerpo revisándole el culo en busca de contrabando y lo examinan para encontrar pruebas evidentes de sodomía. Le mojan el pelo y mandan el agua a analizar:
—Quizá lleve drogas en el pelo.
Por fin, le confiscan la cartera; y Lee sale de la barraca tambaleándose con más de veinte kilos de documentos.
Una docena o así de Archiveros se sientan en los podridos escalones de madera del Viejo Tribunal. Observan cómo se acerca con ojos azul pálido, girando lentamente la cabeza sobre cuellos arrugados (las arrugas llenas de polvo) para seguir a Lee que sube los escalones y atraviesa la puerta. Dentro, polvo suspendido en el aire como bruma, desprendiéndose del techo, levantándose del suelo en nubes mientras camina. Asciende una peligrosa escalera —condenada desde 1929—. En una ocasión su pie atraviesa la madera y astillas secas se le clavan en la carne de la pierna. La escalera termina en un andamio de pintor unido con una cuerda deshilachada y poleas a una viga casi invisible en la polvorienta lejanía. Se alza cautelosamente hasta el asiento de una noria. Su peso pone en movimiento un mecanismo hidráulico (sonido de agua corriendo). La noria se mueve suave y silenciosamente hasta parar junto a un oxidado balcón de hierro agujereado aquí y allá como la suela de un zapato viejo. Camina por un largo pasillo flanqueado por puertas, la mayor parte de ellas cerradas con tablones clavados. En un despacho, Exquisiteces del Próximo Oriente pone en una placa de bronce verde, el Chaquetero caza termitas con su larga lengua negra. La puerta del despacho del Oficial del Juzgado está abierta. El Oficial del Juzgado está sentado dentro esnifando rapé rodeado de seis ayudantes. Lee se detiene en el umbral de la puerta. El Oficial del Juzgado sigue hablando sin levantar la vista:
—El otro día me tropecé con Ted el Grifo... uno de los veteranos, además. No hay un tipo mejor que Ted el Grifo en toda la Zona... Bueno, era viernes, lo recuerdo porque la Vieja tenía dolores de menstruación y fue a la botica de Parker, en la calle Dalton, justo enfrente del Salón de Masajes Éticos de Mamá Green, donde solían estar las antiguas cuadras de Jed... Pues bien, Jed, en seguida recordaré su apellido, tenía el ojo izquierdo distraído y su mujer procedía de algún lugar del Este, Argelia creo que era, y cuando Jed murió se casó otra vez, se casó con uno de los chicos de Hoot, con Clem Hoot si la memoria no me falla, también un buen chico, bueno, creo que Hoot tenía unos cincuenta y cuatro o cincuenta y cinco años en aquella época... Así que le dije al matasanos de Parker: «Mi vieja está doblada con los dolores de la menstruación. Véndeme la mitad de cuarto de paregórico. »
»Y el médico dice: "Bueno, Arch, tienes que firmar en el libro. Nombre, dirección y fecha de la compra. Es la ley. "
»Entonces le pregunté a Parker qué día era, y él dijo: "Viernes, trece."
»Entonces yo dije: "Supongo que tendré bastante con eso. "
»—Bueno —dijo el médico—, estuvo aquí esta mañana un tipo de la ciudad. Vestía de modo llamativo. Fíjate, traía una receta para un bote entero de morfina... Una receta con pinta rara escrita en papel higiénico... Y le dije directamente: "Señor, sospecho que es usted un maldito drogado. "
»—Las uñas me crecen hacia adentro, abuelo. Estoy que me muero de dolor —dice.
»—Bien —digo yo— debo andarme con cuidado. Pero como usted sufre una dolencia legítima y tiene una receta de un auténtico médico colegiado, me sentiré honrado atendiéndole.
»—Ese matasanos está colegiado —dice—... Bueno, supongo que una mano no sabía lo que estaba haciendo la otra cuando le entregué un bote de detergente equivocado... Así que supongo que también él tuvo lo suyo.
»—Justo lo que el tipo necesitaba para depurarse la sangre.
»—Ya sabes, eso mismo se me ocurrió a mí. Debe de ser bastante mejor que azufre y melaza... Ahora, Arch, no pienses que me meto en lo que no me importa; pero un hombre no debe tener secretos para Dios y para su boticario, como yo siempre digo... ¿Todavía montas a esa Vieja Yegua Gris?
»—Verás, doctor Parker... Ya debes saber que soy padre de familia y antiguo miembro de La Iglesia de la Primera Comunión No-Sextaria, y que no he catado un culo de burro desde que ambos éramos niños.
»—¡Qué tiempos aquellos, Arch! ¿Recuerdas la vez que confundí la grasa de ganso con la mostaza? Yo siempre era el que me equivocaba de bote, como dijo un amigo. Se podían oír tus gritos desde el Condado del Coño Lamido, chillabas como un armiño con las pelotas arrancadas.
»—Estás saliéndote de madre, doctor. Fuiste tú el que se puso la mostaza y yo el que tuvo que esperar a que te enfriaras.
»—Te equivocas, Arch. Una vez leí acerca de eso en una revista que encontré en los retretes de detrás de la estación... Pero creo, Arch, que no me entendiste correctamente antes... Me refería a tu mujer cuando hablé de la Vieja Yegua Gris... Quiero decir, que ya no es lo que era con todas esas cataratas y almorranas y sabañones y aftosa que tiene.
»—Así es, doctor, Liz está seriamente enferma. No volvió a ser la misma tras su último aborto... Hubo algo raro a propósito de eso. El doctor Ferris me miró directamente, dijo: "Arch, no está bien que sigas haciendo lo mismo. " Y me lanzó una mirada que hizo que me estremeciera... Bueno, lo has dicho correctamente, doctor. Ya no es lo que era. Y tus medicinas no parece que sirvan de nada. De hecho, ya ni siquiera es capaz de distinguir día y noche desde que usa las gotas para los ojos que me vendiste el mes pasado... Pero, deberías saber, doctor, que ya no monto a Liz, esa vieja vaca, dicho sea con todo respeto hacia la madre de mis monstruos muertos. Y mucho menos ahora que tengo a ese bombón de quince años... Ya sabes, esa chica mulata que solía trabajar en el Salón de Belleza de Marylou blanqueando pieles y alisando cabellos, allá en el barrio negro.
»—Así que comiéndote pollitas negras, ¿eh, Arch? Probando el pan negro, ¿verdad?
»—Déjalo estar, doctor. Déjalo estar. Bien, como dijo aquel tipo, el deber me está metiendo el dedo en el culo para ver si tengo huevo dentro. Ahora tengo que volver al viejo manicomio.
»—Apuesto algo a que necesita un buen engrase.
»—Doctor, tiene el agujero totalmente seco... Bien, gracias por el paregórico.
»—Y gracias por la compra, Arch... Je Je Je... Oye, Arch, muchacho, una noche de estas cuando tengas un compromiso difícil ven por aquí y tómate yohimbina conmigo.
»—Lo haré, doctor, seguro que lo haré. Igual que en los viejos tiempos.
»O sea que volví a casa y calenté agua y mezclé el paregórico con clavo y canela y azafrán y se lo di a Liz, y eso la calmó algo. Por lo menos dejó de molestarme... Bueno, después volví otra vez a la botica de Parker para conseguir un condón... y justo cuando salía me tropiezo con Roy Blane, también un buen tipo. No hay en toda la Zona un tío mejor que Roy Blane... Así que va y me dice: "Arch, ¿ves a ese viejo negro en el descampado? Todas las noches viene por aquí hacia las ocho y media, se mete en ese solar y se frota con virutas de
En la Isla se aplican escrupulosamente los ritos de la democracia. Hay un Senado y un Congreso que celebran sesiones interminables para discutir la eliminación de la basura y la inspección de retretes, los únicos asuntos sobre los que tienen jurisdicción. Durante un breve período a mediados del siglo XIX se les permitió controlar el Mantenimiento de los babuinos, pero este privilegio fue suprimido ante el absentismo en el Senado.
Piratas del siglo XVII trajeron los babuinos de culo morado de Trípoli a la Isla. Hay una leyenda que dice que cuando los babuinos abandonen la Isla, ésta se hundirá. No se especifica ante quién o de qué manera concreta, y ahora es un delito capital matar a un babuino, aunque la molesta conducta de estos insoportables animales molesta a los ciudadanos más de lo creíble. De vez en cuando, alguien se vuelve frenético, mata a varios babuinos y luego se suicida.
El cargo de Presidente siempre recae en un ciudadano particularmente molesto e impopular. Ser elegido Presidente es la mayor desgracia que puede ocurrirle a un Isleño. La ignominia y las humillaciones son tales que pocos presidentes llegan a vivir todo el período de su mandato, normalmente mueren descorazonados al cabo de un año o dos. El Expedidor había sido Presidente en cierta ocasión y duró los cinco años de su mandato. Posteriormente se cambió de nombre y se sometió a la cirugía estética, para borrar todo lo posible el recuerdo de su desgracia.
—Sí, naturalmente... le pagaremos —estaba diciendo Marvie al Expedidor—. Pero tómeselo con calma. Puede pasar algo de tiempo todavía...
—¡Tomarlo con calma! ¡Algo de tiempo... ! Escuche.
—Sí, lo sé perfectamente. La compañía financiera quiere quitarle el riñón artificial que financia a su esposa... Piensan sacar a su abuela el pulmón de acero.
—Todo eso es de bastante mal gusto, amigo... Francamente, habría preferido no verme metido en este hum asunto. Esa maldita grasa tenía demasiado ácido fénico. Bajé hasta la aduana un día de la semana pasada. Metí el palo de una escoba en uno de los tambores, y la grasa carcomió el extremo en un momento. Además, el hedor es capaz de hacer que un hombre se caiga de espaldas. Debería darse una vuelta por el puerto.
—No haré una cosa semejante —soltó Marvie. En la Zona es señal de buen gusto no tocar nunca, ni acercarse tan siquiera, a lo que se vende. Hacerlo levanta sospechas de que es un vendedor, es decir, un vulgar traficante. Gran parte de la mercancía de la Zona se vende a través de vendedores callejeros.
—¿Por qué me cuenta todo esto? ¡Es demasiado sórdido! Deje que los reventas se preocupen de esas cosas.
—Oh, todo eso está muy bien para vosotros, amigos, procedéis de abajo del todo. Pero yo tengo una reputación que mantener... De este asunto se hablará, ¡y cómo!
—¿Insinúa que hay algo ilegítimo en esta operación?
—No exactamente ilegítimo. Pero sí bajo. Definitivamente bajo.
—Vamos, ¡vuélvase a su Isla antes de que se hunda! Le conocemos perfectamente desde que ponía el culo al punto en los meaderos de la Plaza por cuatro perras.
—Y, por cierto, no tenía muchos clientes —añadió Leif. Esta referencia a su origen isleño era más de lo que el Expedidor podía aguantar... Estaba estirándose, esforzándose para soltar una expresión gélida, cortante, «aplastante», pero en lugar de eso, salió de sus labios un lamentoso, sollozante y quejoso gruñido perruno. Su cara de antes de la cirugía estética emergió en un arco voltaico de odio incandescente... Empezó a escupir maldiciones en las odiosas guturales estranguladas del dialecto de la Isla.
Todos los isleños hacen profesión de ignorancia del dialecto, o simplemente niegan su existencia.
—Somos británicos —dicen—. No tenemos ningún maldito dialecto.
Asomaba espuma en las comisuras de los labios del Expedidor. Escupía pequeñas bolas de saliva como trozos de algodón. La pestilencia de la bajeza espiritual estaba suspendida en el aire como una nube verde. Marvie y Leif retrocedieron temblando, alarmados.
—Se ha vuelto loco —susurró Marvie—. Vámonos de aquí. —Cogidos de la mano se alejaron precipitadamente entre la bruma que cubre la Zona durante los meses de invierno como un baño turco frío.

EL RECONOCIMIENTO
Carl Peterson se encontró una tarjeta postal en el buzón citándole con el doctor Benway a las diez en punto en el Ministerio de Higiene y Profilaxis...
«¿Qué coño pueden querer de mí? —pensó irritado—. Un error, lo más probable. »
Pero él sabía que ellos no cometen errores... Indudablemente, no errores de identidad...
A Carl no se le habría ocurrido faltar a la cita aunque dejar de presentarse no estaba penado... Libertonia era un estado de bienestar social. Si un ciudadano quería algo, desde un saco de huesos hasta un compañero sexual, había un departamento dispuesto a ofrecerle ayuda efectiva. La amenaza implícita en esta envolvente benevolencia apagaba cualquier idea de rebelión...
Carl atravesó la Plaza del Ayuntamiento... Desnudos niquelados de veinte metros de altura con genitales de bronce enjabonándose bajo surtidores resplandecientes... La cúpula del Ayuntamiento, de ladrillo y cristal y bronce, alzada hacia el cielo.
Carl sostuvo la mirada de un turista norteamericano homosexual que bajó la vista y manipuló los filtros de luz de su Leica...
Carl penetró en el esmaltado laberinto metálico del Ministerio, se dirigió directamente a la ventanilla de información y... presentó su tarjeta.
—Quinto piso... Despacho veintiséis....
En el despacho veintiséis una enfermera lo examinó con fríos ojos submarinos.
—El doctor Benway le está esperando —dijo sonriendo—. Entre.
«Como si no tuviera otra cosa que hacer que esperarme», pensó Carl...
El despacho estaba en completo silencio, y lleno de una luz lechosa. El médico estrechó la mano de Carl manteniendo sus ojos fijos en el pecho del joven.
«He visto antes a este hombre —pensó Carl—, pero ¿dónde?»
Se sentó y cruzó las piernas. Miró distraídamente el cenicero de encima de la mesa y encendió un cigarrillo... Se volvió hacia el médico lanzándole una mirada fija e interrogadora en la que había algo más que insolencia.
El médico pareció embarazado... Se movió inquieto y tosió... y manoseó unos papeles.
—Grunf —dijo al fin—. Su nombre es Carl Peterson, creo. —Sus gafas se deslizaron hasta la punta de la nariz como parodiando un gesto académico... Carl asintió en silencio... El médico no le miraba, pero parecía entregado a registrar el acuse de recibo... Volvió a ponerse las gafas en su lugar y abrió una carpeta sobre la mesa esmaltada de blanco.
—Mmmmmmmmm, Carl Peterson —repitió el nombre lentamente, frunció los labios y asintió con la cabeza unas cuantas veces. Volvió a hablar bruscamente—: Naturalmente usted sabe lo que intentamos. A veces no tenemos éxito, por supuesto. —Su voz se convirtió en un hilo diáfano y tenue. Se llevó la mano a la frente—. Se trata de adaptar el Estado, un instrumento simplemente, a las necesidades de cada individuo. —Su voz surgió tan inesperadamente profunda y grave que Carl se sobresaltó—. Esa es la única función del Estado, según nosotros vemos las cosas. Nuestros conocimientos... incompletos, claro está... —Hizo un ligero gesto de desprecio—. Por ejemplo, por ejemplo... consideremos el asunto de... ejem... la desviación sexual. —El médico se balanceó adelante y atrás en su sillón. Las gafas le resbalaron de nuevo por la nariz. De pronto, Carl se sintió incómodo.
—Consideramos que es una desgracia... una enfermedad... indudablemente nada que deba ser censurado o... uh... castigado más que, digamos... la tuberculosis... Sí —repitió enérgicamente como si Carl hubiera puesto alguna objeción—, la tuberculosis. Por otra parte, puede ver inmediatamente que cualquier enfermedad impone ciertas, podríamos decir, obligaciones, ciertas exigencias de carácter profiláctico a las autoridades responsables de la salud pública, tales exigencias se imponen a su vez, ni es necesario decirlo, con un mínimo de molestias y de incomodidades al infortunado individuo que sin tener nada que ver en ello, ha sido uuuum infectado... Es decir, naturalmente, el mínimo de molestias compatibles con la protección adecuada de los demás individuos que no están infectados... No consideramos la vacunación antivariólica obligatoria una medida poco razonable... Ni el aislamiento para ciertas enfermedades contagiosas... Estoy seguro de que convendrá en que los individuos infectados con grunf lo que los franceses llaman «Les maladies galantes» je je je deben ser obligados a seguir un tratamiento si no se prestan a ello voluntariamente. —El médico seguía balanceándose en un sillón como si fuera un juguete mecánico... Carl comprendió que estaba esperando a que él dijera algo.
—Parece razonable —dijo.
El médico dejó de balancearse. De pronto, se había quedado inmóvil.
—Ahora volvamos a ese hum asunto de la desviación sexual. Francamente, no pretendemos comprender, al menos por completo, por qué algunos hombres y mujeres prefieren la uh compañía sexual de alguien de su mismo sexo. Sabemos que uh el fenómeno es bastante corriente y que en determinadas circunstancias es asunto de competencia de uh este departamento.
Por primera vez, los ojos del médico miraron directamente a Carl. Ojos sin rastro alguno de calor o de odio o de cualquier emoción que Carl hubiera experimentado o visto en otros, una mirada a la vez fría e intensa, voraz e impersonal. De repente, Carl se sintió atrapado en la silenciosa caverna submarina de una habitación, separado de todas las fuentes de calor y seguridad. La imagen de sí mismo, allí, sentado tranquilamente, alerta, dando evidentes muestras de bien educado desinterés, se hizo opaca, como si la vitalidad hubiera sido extraída de su cuerpo mezclándose con el ambiente gris lechoso de la habitación.
—El tratamiento de estos desarreglos es, por el momento, grunf sintomático. —El médico se arrellanó súbitamente en el sillón y explotó en estrepitosas carcajadas metálicas. Carl le observó asustado... «Este tipo está loco» —pensó. El rostro del médico adquirió el aspecto inexpresivo del de un jugador. Carl sintió una extraña sensación en el estómago, como cuando se detiene súbitamente el ascensor.
El doctor estudiaba la carpeta que tenía delante. Habló con un ligero tono de condescendencia divertida:
—No se asuste tanto, joven. Sólo es una broma profesional. Decir que el tratamiento es sintomático significa solamente que se intenta que el paciente se sienta lo más cómodo posible. Y precisamente eso es lo que tratamos de hacer en estos casos. —Carl sintió una vez más el impacto de aquel frío interés clavado en su rostro—. Es decir, ayuda cuando se necesita ayuda... y, naturalmente, contacto adecuado con otros individuos de tendencias semejantes. No se recomienda el aislamiento... la enfermedad no es más contagiosa que el cáncer. El cáncer, mi primer amor —la voz del médico volvió a apagarse. En realidad, parecía que se había largado por una puerta invisible dejando su cuerpo vacío sentado allí frente a la mesa.
Súbitamente volvió a hablar con tono mordaz:
—Y ahora, seguramente se preguntará usted por qué nos ocupamos de un asunto semejante, ¿no es así? —esbozó una sonrisa brillante y fría como la nieve bajo el sol.
Carl se encogió de hombros:
—Eso no es asunto mío... lo que me pregunto es por qué me ha pedido que viniera aquí y por qué me cuenta todos estos... estos...
—¿Absurdos?
Carl se sintió molesto al darse cuenta de que estaba sonrojándose.
El médico se recostó en el asiento y juntó la punta de los dedos:
—Los jóvenes —dijo con indulgencia— siempre tienen prisa. Quizá algún día comprendan el significado de la paciencia. No, Carl... ¿puedo llamarte Carl? No estoy esquivando tu pregunta... te tutearé si no te molesta. Bien, en casos de presunta tuberculosis, nosotros, es decir, el departamento adecuado, podemos pedir, incluso exigir, a alguien que se presente para someterse a un reconocimiento fluoroscópico. Algo rutinario, ya comprenderás. La mayor parte de esos reconocimientos dan resultado negativo. Así que has sido citado para, digamos, ¿una fluorescencia psíquica? Puedo añadir, que después de haber hablado contigo estoy relativamente seguro de que, a efectos prácticos, el resultado será negativo...
—Pero todo este asunto es ridículo. Sólo me interesan las mujeres. En la actualidad tengo novia y pienso casarme.
—Sí, Carl, lo sé. Y por eso estás aquí. Un análisis de sangre antes del matrimonio, es razonable, ¿no?
—Por favor, doctor, hábleme sin rodeos.
El médico no pareció oírle. Se levantó y empezó a caminar por detrás de Carl, su voz lánguida e intermitente como música lejana por una calle ventosa.
—Debo decirte de modo estrictamente confidencial que tenemos pruebas definitivas de la existencia de un factor hereditario. La presión social. Desgraciadamente muchos homosexuales latentes y declarados se casan. Esos matrimonios generalmente terminan en... El factor del ambiente infantil. —La voz del médico seguía y seguía. Hablaba de esquizofrenia, cáncer, disfunción hereditaria del hipotálamo.
Carl dormitaba. Estaba abriendo una puerta verde. Un hedor horrible invadió sus pulmones y se despertó bruscamente. La voz del médico era extrañamente igual y sin vida, una voz susurrante de yonqui:
—La prueba Kleiberg-Stanislouski de floculación del semen... un medio de diagnóstico... indicativo al menos en sentido negativo. En ciertos casos útil, considerado como parte de todo el cuadro... Quizá en estas circunstancias —la voz del médico se disparó en un chillido demente—. La enfermera le tomará uh las muestras.
—Por aquí, por favor... —La enfermera abrió la puerta de un cubículo desnudo de paredes blancas. Le tendió una jarrita.
—Use esto, por favor. Sólo tiene que darme una voz cuando haya terminado.
Había una caja de vaselina sobre un estante de vidrio. Carl se sintió avergonzado como si su madre le estuviera ayudando. Un discreto letrero decía algo así como: «Si yo fuera un coño abriríamos una mercería. »
Ignorando la vaselina, eyaculó en la jarra, un frío polvo brutal a la enfermera arrinconada contra una pared de ladrillos de cristal. «Viejo coño de cristal», pensó burlonamente y vio un coño lleno de trozos de cristal coloreados bajo la Aurora Boreal.
Se lavó el pene y se abrochó los pantalones.
Algo estaba observando cada uno de sus pensamientos y actitudes con frío odio burlón, la oscilación de sus testículos, las contracciones de su recto. Estaba en una habitación invadida de luz verde. Había una cama sucia de madera tamaño matrimonio, un armario negro con espejo de cuerpo entero. Carl no podía verse la cara. Alguien estaba sentado en un sillón negro de hotel. Llevaba una camisa blanca con pechera almidonada y una corbata de papel sucia. La cara hinchada, deshuesada, blanda. Ojos como pus ardiente.
—¿Algo va mal? —dijo la enfermera con aire indiferente. Le estaba ofreciendo un vaso de agua. Le observó con aire ausente mientras bebía. Luego, se volvió y cogió la jarra con evidente desagrado.
Se volvió hacia él:
—¿Espera algo en particular? —soltó. A Carl nunca le habían hablado así en toda su vida—. ¿No? —añadió la enfermera—, entonces puede marcharse —y se volvió hacia la jarra. Con una leve exclamación de disgusto se limpió una gota de semen que se le había caído en la mano. Carl cruzó la habitación y se detuvo en la puerta.
—¿Tengo que volver?
La enfermera le miró con desaprobadora sorpresa:
—Por supuesto, se le avisará. —Se detuvo a la entrada del cubículo y le contempló mientras atravesaba otro despacho y abría la puerta. Cuando se volvió e intentó despedirse, la enfermera no se movió ni cambió de expresión. Al bajar las escaleras, su mueca decaída y falsa le encendió la cara de vergüenza. Un turista homosexual le miró y alzó una ceja con aire de enterado:
—¿Algo anduvo mal?
Carl se dirigió corriendo a un parque y encontró un banco vacío junto a un fauno de bronce con címbalos.
—No te sulfures, muchacho. Te sentirás mejor —el turista se inclinaba sobre Carl, su cámara se balanceaba sobre él como una enorme teta pendulona.
—¡Vete a tomar por el culo!
Carl vio algo indigno y odioso reflejado en el fondo de los ojos castaños de animal capado del marica.
—Chica, si yo estuviera en tu situación, no andaría por ahí insultando a la gente. A ti también te engancharon. Te vi salir del Instituto.
—¿Qué quiere decir con eso? —preguntó Carl.
—Oh, nada. Nada en absoluto, querida.
—Bien, Carl —empezó el médico sonriendo y manteniendo los ojos a la altura de la boca de Carl—. Tengo que darte buenas noticias. —Sacó un papel azul de un cajón de la mesa y para leerlo realizó una detallada pantomima—. Tus pruebas... la prueba de floculación de Robinson-Kleiber...
—Yo creía que se trataba de la prueba de Blomberg-Stanlouski.
—No, querido —el médico se rió entre dientes—. Estás yendo demasiado de prisa. Debes de haber entendido mal. Bien, bien... te diré que la prueba de Blomberg-Stanlouski es algo completamente distinto. Y espero... que no necesaria —rió entre dientes otra vez—. Pero como decía antes de ser tan agradablemente interrumpido... por mi grunf inteligente joven colega. Tu KS parece que es —dejó el papel al alcance de la mano—, completamente uh negativo. Por tanto, quizá no tengamos que molestarte más. Así que... —Dobló cuidadosamente el papel de una carpeta. Hojeó la carpeta. Finalmente se detuvo y frunció el ceño y se pasó la lengua por los labios. Cerró la carpeta y puso la mano sobre ella y se inclinó hacia delante.
—Carl, cuando hacías el servicio militar... Debe de haber habido... de hecho hubo períodos en los que te encontrabas privado de uh los consuelos y uh los favores del sexo débil. Durante esos difíciles y duros períodos, ¿no tenías ni siquiera la foto de una chica ligerita de ropa pegada en la pared? O a lo mejor era todo un harén de esas chicas de calendario, ¿verdad? Je je je...
Carl miró al doctor con franco desagrado.
—Sí, naturalmente —dijo—, todos las teníamos.
—Pues ahora, Carl, me gustaría enseñarte algunas fotos de chicas de ésas —sacó un sobre de uno de los cajones—. Y quisiera que, por favor, elijas la que más te gustaría echarle je je je... ya sabes. —De pronto se echó hacia delante agitando las fotografías ante el rostro de Carl—. Coge una chica, ¡la que quieras!
Carl extendió los dedos entumecidos y tocó una de las fotografías. El médico volvió a meter la foto en el mazo y barajó, cortó y lo colocó sobre la carpeta de Carl y le dio una ligera palmada. Extendió las fotos hacia arriba delante de Carl.
—¿Está entre éstas?
Carl negó con la cabeza.
—Claro que no. Está donde tiene que estar. En el lugar adecuado para una mujer, ¿no? —Abrió la carpeta y sacó la foto de la chica unida a una de las láminas de Roschach.
—¿Es ésta?
Carl asintió en silencio.
—Tienes buen gusto, hijo mío. Debo decirte de un modo estrictamente confidencial que alguna de estas chicas... —con hábiles dedos de jugador dispuso las fotos como si fueran cartas cuando se jugaba al monte—... son realmente chicos. Travestís, creo que es la palabra exacta. —Sus cejas subían y bajaban con increíble rapidez. Carl no estaba seguro de haber visto nada extraño. La cara del médico estaba frente a él absolutamente inmóvil y sin expresión. Carl experimentó una vez más la sensación de que estómago y genitales flotaban como en la súbita parada de un ascensor.
—Sí, Carl, parece que corres nuestra pequeña carrera de obstáculos en plan de ganador... Seguramente estás pensando que todo esto es un tanto estúpido, ¿verdad?
—Bueno, a decir verdad... pues sí.
—Eres sincero, Carl... Eso está bien... Y ahora... Carl... —arrastró el nombre con voz acariciadora como el pestañí haciéndose el bueno al ofrecerte un Old Gold (muy propio de la pasma fumar cigarrillos Old Gold) y muy metido en su papel...
El policía bueno iniciando un breve paso de baile.
—¿Por qué no le haces una oferta al Jefe? —señala con la cabeza hacia su ceñudo super-ego, al que siempre se refiere en tercera persona. Es «El Jefe» o «El Teniente».
—El Teniente es así, tú juegas limpio con él y él juega limpio contigo... Nos gustaría que no te comieras demasiadas cosas... Claro que si nos ayudaras un poco. —Sus palabras se abren a un desolado páramo de cafeterías y cruces de calles y restaurantes baratos. Yonquis parecen mirar a otro lado masticando un trozo de pastel.
—El Marica no está en la cosa.
El Marica se ha desplomado en el sillón de un hotel, grogui, atiborrado de barbitúricos con la lengua colgándole fuera.
El pestañí está liando a un chorizo.
—¿Conoces a Marty el Duro? —meneo.
—Sí.
—¿Puedes conseguir que te pase algo? —meneo, meneo.
—No se fía.
—Pero puedes conseguir que te pase algo esta semana —meneo, meneo, meneo... —. Consigue que te venda algo hoy —no hay meneo.
—¡No! ¡No! ¡Eso no!
—Mira, ahora vas a cooperar con nosotros —tres meneos amenazadores—. ¿Lo haces... o prefieres que el Jefe te zurre la badana? —levanta una ceja.
—Entonces, Carl, por favor, serías tan amable de decirme cuántas veces y en qué circunstancias has uh consentido en prácticas homosexuales —su voz se esfumó—. Si nunca has hecho una cosa así tendré que pensar que eres un joven de alguna manera atípico. —El médico levantó un dedo amenazador bonachonamente—. En cualquier caso... —golpeó la carpeta y esbozó un gesto odioso. Carl notó que la carpeta tenía unos quince centímetros de espesor. De hecho, le pareció que había engordado mucho desde que entrara en la habitación.
—Bueno, cuando hacía el servicio militar... cuando estaba sin blanca.
—Sí, claro, Carl —el médico rebuznó cordialmente—. En tu situación yo también habría hecho lo mismo, no me importa decírtelo, je, je, je... Bueno, supongo que podemos uh considerar irrelevantes esos uh comprensibles métodos de conseguir uh fondos. Y ahora, Carl, quizá hubo —un dedo golpeó la carpeta que soltó tenues efluvios de zotal y de suspensorios mohosos— ciertas ocasiones en las que no intervinieron factores de tipo uh económico.
Un resplandor verde estalló en el cerebro de Carl. Vio el delgado cuerpo moreno de Hans... enlazándose con el suyo, agitada respiración en el hombro. El resplandor se apagó. Un inmenso insecto revoloteaba en su mano.
Todo su ser vibró en un espasmo eléctrico de repulsión.
Carl se puso en pie temblando de rabia.
—¿Qué está escribiendo ahí? —preguntó.
—¿Sueles dormirte a menudo como ahora? ¿En medio de una conversación?
—No estaba dormido.
—¿No lo estabas?
—Lo que pasa es que todo esto es irreal... Ahora me marcho. No me interesa. No puede obligarme a seguir aquí.
Caminaba por la habitación en dirección a la puerta. Llevaba caminando mucho tiempo. Un entumecimiento paralizador iba invadiendo sus piernas. La puerta parecía retroceder ante él.
—¿Dónde vas, Carl? —la voz del médico le llegó desde una gran distancia.
—Fuera... Lejos... Por la puerta...
—¿La puerta Verde, Carl?
La voz del médico era difícilmente audible. La habitación entera estaba explotando en el vacío.

¿HAS VISTO A ROSA PANTOPON?
No te acerques a la estación de Queen Plaza, hijo mío... Un sitio maldito frecuentado por la pasma acechando al ligón drogadicto... Demasiados ángulos de tiro... La bofia sale aplastante del meandro apestando a amoníaco... como leones ardiendo... caen encima de una vieja ratera que roba a borrachos y la acojonan a tope... por lo menos, cinco meses y veintinueve días... o más incluso.
Así que andaos con ojo, Marica, Alguacil, Irlandés, Marinero... Cuidado, cuidado con esa línea antes de poneros a trabajar allí...
El metro pasa como una exhalación con negro estruendo de hierro...
—Queen Plaza es mal sitio para desvalijar borrachos... Demasiados ángulos de tiro y escondites para la pasma del metro... imposible cubrirse cuando se hace el pase...
Cinco meses y veintinueve días: condena que se aplica por «vago y maleante», esto es, por acercarse a un primo con evidente intención... Personas inocentes pueden ser condenadas por asesinato, pero no por «vagos y maleantes».
El Marica, el Alguacil, el Irlandés, el Marinero, viejos tiempos, yonquis y rateros de borrachos a los que conozco... La antigua basca de la calle Ciento Tres... Marinero e Irlandés se colgaron en el talego... El Alguacil murió de una sobredosis y el Marica se hizo soplón...
—¿Has visto a Rosa Pantopón? —preguntó el viejo yonqui... —. Hora de trabajar. —Se puso un abrigo negro y a hacer acera... Avenida abajo hacia el Museo de la calle del Mercado muestra toda clase de masturbaciones y prácticas solitarias. Los jóvenes necesitan algo especial...
El gángster baja rodando dentro de cemento por el canal del río... Hicieron un rodeo con él en la sauna... ¿Es este tipo Gio Culos de Cereza el palanganero de Madame Gillig, la Vieja Tita de Westminster Place? Sólo dedos muertos hablan en Braille...
El Mississippi arrastra grandes peñascos de piedra caliza avenida silenciosa abajo...
—¡Arriba la mayor! —gritó el capitán del Tierra Móvil...
Distante ruido de tripas... Palomas envenenadas llueven de auroras boreales... Los depósitos están vacíos... Estatuas de bronce se estrellan contra las plazas y calles hambrientas de la ciudad hueca...
Buscando una vena en el amanecer enfermo por falta de droga... Estrictamente con jarabe para la tos...
Un millar de yonquis asaltan las clínicas...
En la cueva de caliza encontré a un hombre con la cabeza de Medusa dentro de una sombrerera y dijo: «Tenga cuidado», al vistas de aduana... Congelado para siempre, y una mano a dos centímetros del doble fondo...
Los limpiaparabrisas gritan por toda la estación, golpean a los cajeros...
—Fractura múltiple —dijo el gran médico—. Soy sumamente técnico.
Se aprecia aumento ostentoso de consumo bajo los soportales resbaladizos por los esputos llenos de bacilos de Koch...
El ciempiés socava la oxidada puerta de hierro hasta convertirla en delgado papel negro por la orina de un millón de mariquitas...
No es una buena dosis bien cargada, sólo es polvo cortado, algodones usados, el esqueleto de un fije...

PARANOIAS DE LA COCA
El sombrero de fieltro gris y el abrigo negro del Marinero cuelgan retorcidos en atrofiada espera de opio. Sol matinal nimbaba al Marinero en la llamarada color naranja de la droga. Había una servilleta de papel debajo de su taza de café —la marca de los que esperan mucho tiempo sentados ante un café en las plazas, restaurantes, terminales y salas de espera del mundo. Un yonqui, incluso al nivel del Marinero, vive en el Tiempo-droga, y cuando irrumpe inoportunamente en el Tiempo de los otros, como todos los viajantes, debe esperar (¿cuántos cafés en cada hora?).
Un chico entró y se sentó en el mostrador dibujando las líneas rotas de la prolongada y enferma espera de la droga. El Marinero se estremeció. La cara se le desdibujó desenfocada en una temblorosa neblina marrón. Sus ojos trazaron breves caídas y círculos siguiendo los rizos de pelo castaño sobre el cuello del chico con un movimiento lento y anhelante.
El chico se movió inquieto y se rascó el cuello:
—Me picó algo, Joe, ¿qué clase de tugurio diriges?
—Paranoias de la coca, joven —dijo Joe sosteniendo unos huevos a contraluz—. Viajaba con Irene Kelly en cierta ocasión, una chica deportiva. En Butte, estado de Montana, agarró las paranoias de la coca y se puso a correr por todo el hotel gritando que la perseguían policías chinos con hachas de cortar carne. Yo sabía el caso de aquel policía de Chicago que esnifaba coca en forma de cristales, de cristales azules. Y el tipo perdió la cabeza y empezó a gritar que los Federales le perseguían y corrió calle abajo y metió la cabeza en un cubo de basura. Y yo le dije:
»—Pero ¿qué demonios estás haciendo?
»Y él va y responde:
»—¡Fuera de aquí o te pego un tiro! Ahora estoy bien escondido.
—Cuando llegue el momento estarás allí, ¿verdad?
Joe miró al Marinero y extendió las manos con gesto impotente de yonqui.
El Marinero habló con voz temblorosa que se te recomponía en la cabeza, pronunciando las palabras con dedos fríos:
—Tu contacto se ha esfumado, chico.
El chico se sobresaltó. Su cara de golfo, con negras cicatrices de la droga, conservaba cierta salvaje inocencia decaída; animales asustadizos mirando a través de grises arabescos de terror.
—No te entiendo, Jack.
El Marinero se destacó brutal y penetrante a la claridad de la droga. Volvió la solapa de la chaqueta, mostrando una aguja hipodérmica cubierta de moho y cardenillo:
—Retirado por el bien de la causa... Siéntate y toma un trozo de pastel de fresa a cuenta de los gastos de representación. A tu mono le gusta. Ponle lustroso.
El chico notó que le tocaba el brazo a través de unos tres metros de cafetería matinal. De pronto, se sintió aspirado hasta la mesa del Marinero, aterrizando con un inaudible schlup. Miró a los ojos al Marinero, un universo verde agitado por negras corrientes frías.
—¿Es usted agente, míster?
—Prefiero la palabra vector. —Su sonora risa vibraba a través de la substancia del muchacho.
—¿Lo tienes, tío? Traje la pasta...
—No quiero tu dinero, guapo: quiero tu Tiempo.
—No lo cojo.
—¿Quieres un fije? ¿De verdad lo quieres? ¿Quieres chutarte?
El Marinero agitó algo color rosa y vibró desenfocado.
—Sí.
—Tomaremos el Independiente. Tienen su policía especial y no llevan pistola, sólo porra. Recuerdo que una vez yo y el Marica caímos por Queen Plaza. No te acerques a la estación de Queen Plaza, hijo mío... un sitio maldito... plagado de pasma. Demasiados ángulos de tiro. La bofia sale aplastante del meadero apestando a amoníaco como leones ardiendo... caen encima de una vieja ratera que roba a borrachos y la acojonan a tope... por lo menos, cinco meses y veintinueve días... o más incluso... condena que se aplica por «vago y maleante»... Así que Marica, Alguacil, Marinero, tened cuidado, cuidado con esa línea antes de poneros a trabajar allí...
El metro pasa como una exhalación con negro estruendo de hierro.

EL EXTERMINADOR HACE UN BUEN TRABAJO
El Marinero tocó suavemente la puerta, siguiendo los dibujos de roble pintado con lento deslizarse, dejando delicadas espirales de húmedo polvo iridiscente. Su brazo se coló por una abertura. Corrió un cerrojo interior y se apartó para que entrara el chico.
Pesado, incoloro olor a muerte llenaba la habitación vacía.
—Este antro no se aireó desde que el Exterminador lo fumigó debido a las paranoias de la coca, daban picotazos —dijo el Marinero como disculpándose.
El chico lanzó sus sentidos como dardos en alocada exploración. Un apartamento junto al ferrocarril, vibrando con silencioso movimiento. Junto a una de las paredes de la cocina un recipiente de metal —¿era exactamente metal?— terminaba en una especie de acuario o depósito medio lleno de verde fluido traslúcido. Objetos mohosos, cosas inservibles de utilidad desconocida cubrían el suelo: un suspensorio destinado a proteger algún órgano delicado, en forma de abanico aplastado; bragueros, algodones y vendas; un yugo en forma de U de piedra porosa color de rosa; pequeños tubos de plomo abiertos por uno de los extremos.
Las corrientes de movimiento de los dos cuerpos agitaron hedores estancados; atrofiado olor juvenil de vestuarios polvorientos, cloro de piscinas, semen reseco. Otros olores se enroscaban en volutas color de rosa alcanzando puertas ignoradas.
El Marinero buscó bajo el fregadero y extrajo un envoltorio que se deshizo y se deslizó entre sus dedos convertido en polvo amarillo. Colocó cuentagotas, agujas y cuchara sobre una mesa llena de platos sucios... pero ninguna antena de cucaracha palpó las migas de pan en la oscuridad.
—El Exterminador hace bien su trabajo —dijo el Marinero—. Casi demasiado bien, en ocasiones.
Hundió la mano en una lata cuadrada de polvo amarillo de insecticida pyrethrum, y sacó un paquete plano envuelto con papel de arroz rojo y dorado.
«Como un paquete de petardos», pensó el chico. A los catorce años había perdido dos dedos... Un accidente con fuegos artificiales el cuatro de julio... después en el hospital, la primera caricia, silenciosa, posesiva de la droga.
—La cosa explota aquí, chico. —El Marinero se llevó la mano a la nuca. Se abrió de piernas obscenamente mientras abría el paquete, un completo atadijo de cartones y cuerdas.
—Heroína pura al cien por cien. Apenas quedará alguien vivo... y es toda tuya.
—Entonces, ¿qué quiere usted de mí?
—Tiempo.
—No entiendo.
—Yo tengo algo que tú quieres —su mano tocó el envoltorio. Se dirigió a la habitación de enfrente, su voz remota y difusa—. Tú tienes algo que yo quiero... cinco minutos aquí... una hora en otro sitio... dos... cuatro... ocho... Quizá me esté adelantando... Cada día muero un poco... Es preciso tener tiempo.
Volvió a la cocina. Su voz sonora y clara.
—Cinco años cada uno. En la calle nadie hace mejor precio —tocó con el dedo la línea divisoria de la nariz del chico y añadió—: Justamente la mitad.
—Señor, no sé de qué me está hablando.
—Ya lo sabrás, hijo mío... en su momento.
—De acuerdo, ¿qué debo hacer?
—Entonces, ¿aceptas?
—Sí, bueno... —miró el paquete—. Sea lo que sea, acepto.
El chico sintió una descarga atravesándole la carne. El Marinero le colocó una mano sobre los ojos y sacó un huevo escrotal de color rosa con un ojo cerrado, latiendo. Negra piel ardía dentro de la carne translúcida del huevo.
El Marinero acarició el huevo con desnudas manos inhumanas —largos zarcillos negro-rosados, gruesos, fibrosos, nacían de las yemas de unos cortos dedos. El miedo a la Muerte y la respiración, deteniendo la circulación de su sangre. Se apoyó contra una pared que pareció ceder ligeramente. Recuperó el centro focal de la droga.
El Marinero estaba calentando un chute.
—Cuando llegue el momento estarás ahí, ¿verdad? —dijo tanteando la vena del muchacho, acariciando su carne de gallina con dedos de vieja. Clavó la aguja. Una orquídea roja floreció en la base del cuentagotas. El Marinero apretó la goma observando cómo entraba la solución en la vena del chico, sorbida por silenciosa sangre sedienta.
—Jesús! —dijo el chico—. Nunca me había picado nada como esto.
Encendió un pitillo y observó la cocina, estremecido por la necesidad de azúcar.
—¿No te colocas tú? —preguntó.
—¿Con esa leche azucarada de mierda? La droga es una calle de dirección única. No tiene regreso. Jamás se puede volver.
Me llaman el Exterminador. Durante un breve punto de intersección desempeñé ese trabajo y asistí a la danza del vientre de las cucarachas ahogadas por el polvo amarillo del py-rethrum («Difícil de conseguir ahora, señora... la guerra. Le dejaré un poco... dos dólares»). Regaba con el producto grandes chinches pegadas al empapelado color rosa de siniestros hoteles para gente de teatro en North Clark y envenenaba a las ratas, ocasionales comedoras de cachorros humanos. ¿Y tú no?
Mi cometido actual: encontrar a los que aún viven y exterminarlos. Pero no los cuerpos, sino los «moldes», ya entienden —¡ah! olvidaba que no pueden entender—. Quedan sólo unos pocos. Pero bastaría con uno solo para que se estropease. El peligro, como siempre, procede de los agentes que se han pasado al otro bando: A. J., el Somatén, el Armadillo Negro (portador de tripanosomas de la enfermedad de Chafas, no se ha bañado desde la epidemia de 1935 en Argentina, ¿recuerda?), y Lee y el Marinero y Benway. Y sé que hay algún agente por ahí fuera esperándome en la sombra. Porque todos los agentes se pasan al enemigo y todos los de la resistencia se venden...

EL ÁLGEBRA DE LA NECESIDAD
«El Gordo» Terminal llega de los Tanques de Presión de la Ciudad, donde chorros abiertos de vida lanzan un millón de formas, comidas inmediatamente, quienes las comen anulados por pelusas de tiempo negro...
Pocos consiguen llegar a La Plaza, un sitio donde los Tanques vacían una corriente de mareas periódicas que trae formas de supervivencia armadas con defensas de barro venenoso, carne podrida, hongos y olores verdes que chamuscan los pulmones y atan el estómago con nudos apretados...
Porque los nervios de «El Gordo» estaban despellejados y pelados para sentir los espasmos de muerte de un millón de excitaciones frías... «El Gordo» aprendió El Algebra de la Necesidad y sobrevivió...
Un viernes «El Gordo» se dejó caer por La Plaza, un feto simiesco, gris translúcido, con ventosas en las pequeñas manos blandas de un púrpura grisáceo y una boca redonda de lamprea, de cartílago frío y gris, forrada de negros dientes eréctiles en busca de las marcas dejadas por los pinchazos de la droga...
Y un tipo rico pasó y clavó la vista en el monstruo y «El Gordo» rodó por el suelo meándose y cagándose de miedo, y se comió su propia mierda, y el tipo aquel, conmovido ante semejante tributo a la potencia de su mirada, dejó caer una moneda de su bastón de los viernes (el viernes es el domingo musulmán cuando habitualmente los ricos distribuyen limosnas).
Así que «El Gordo» aprendió a servir La Carne Negra y creció hasta que su cuerpo se convirtió en una cosa barriguda como un acuario...
Y sus ojos muertos de periscopio barrieron la superficie del mundo... Entre su estela de adictos, unos monos de un gris translúcido se clavaron como harpones en las marcas de la droga y allí se colgaron para chupar, y todo eso vino a confluir en «El Gordo», así que su sustancia crecía y crecía llenando plazas, restaurantes y salas de espera del mundo con fluido gris de la droga.
Los Boletines procedentes del Cuartel General del Partido son redactados en forma de charadas obscenas por hebefrénicos y latahs y monos, los Sollubis pedorrean en código, los negros abren y cierran la boca y envían mensajes con sus dientes de oro, los perturbadores árabes envían señales de humo lanzando grandes eunucos adiposos —son los que hacen el mejor humo, suspendido en el aire negro y sólido como mierda— en hogueras de gasolina ardiendo en un montón de basura mosaico de melodías, tristes flautas de mendigos jorobados, viento frío, soplando desde una tarjeta postal del Chimborazo, flautas del Ramadán, música de piano en calle barrida por el viento, fragmentarias comunicaciones de la policía, folleto de propaganda sincronizado con un SOS por riña callejera.
Dos agentes se han identificado el uno al otro gracias a las actividades sexuales que registran extraños micrófonos, se pasan jodidos secretos atómicos en un código tan complicado que solamente dos físicos de todo el mundo pretenden entenderlo, y cada uno de ellos se opone categóricamente a la interpretación del otro. Después, el agente receptor será ahorcado, culpable de posesión dolosa de un sistema nervioso y repetirá el mensaje en los espasmos del orgasmo transmitidos por electrodos conectados al pene.
Ritmos respiratorios de viejo cardíaco, movimientos de una bailarina del vientre, chuf chuf chuf de una motora surcando el agua aceitosa. El camarero deja caer una gota del martini del Hombre del Traje de Franela Gris, el cual coge el tren de las 6.12 horas sabiendo que ha sido localizado.
Yonquis salen por la ventana del retrete del restaurante chino cuando el tren elevado pasa retumbando. El Cojo, hicieron con él un rodeo en el Waldorf y parió una camada de ratas. (Hacer el rodeo: en la germanía de Nueva York significa liquidar al hijoputa dondequiera que se lo encuentre. Una rata es una rata es una rata es una rata. Es un confidente.) Vírgenes prudentes contemplan absortas al coronel inglés que cabalga blandiendo en su lanza un pécari aullando. El marica elegante que patrocina el bar de la esquina de su calle para que reciba un boletín de la Madre Muerta, vive en sinapsis y evocará a la excitante Institutriz Castigadora. Los chicos que se masturban en el retrete de colegio se reconocen entre sí como agentes de Galaxia X, se citan en un local nocturno de ínfima categoría donde se sientan miserables y siniestros bebiendo vinagre de vino y comiendo limones para confundir al saxo tenor, un árabe progre con gafas azules, sospechoso de ser Emisor del Enemigo. La red mundial de yonquis, conectados a un cable de semen rancio... tratando de picarse en habitaciones amuebladas... temblando en el amanecer enfermo... (Los hombres del viejo Pete fuman el Humo Negro en la trastienda de una lavandería china. El Niño Melancólico muere de una sobredosis de Tiempo o de un corte de la respiración durante el pavo frío en Arabia-París-Ciudad de México-Nueva York-Nueva Orleans— Los vivos y los muertos... en carencia o colocados... colgados y descolgados y colgados de nuevo... llegan con la onda luminosa de la droga y El Contacto está comiendo chop suey en la calle Dolores... mojando un bollo en Bickfords... perseguido por La Bolsa por una manada de gente que ladra. Palúdicos del mundo se unen en un estremecido protoplasma. El miedo sella el mensaje de estiércol con una cuenta uniforme. Incontrolados ruidosos copulan ante los aullidos de un negro que arde. Bibliotecarios enfermos de soledad se unen en besos del alma que apestan a halitosis. ¿Esa sensación persistente hermano? ¿Dolor de garganta tenaz e inquietante como viento abrasador de la tarde? Bienvenido al Club Internacional de la Sífilis— «Mezodiz Epizcopal God damn iz» (frase utilizada en EEUU. para demostrar el deterioro del habla típico de la paresia) o el primer toque del chancro nos convierte en miembros por derecho propio. El vibrante zumbido silencioso de lo profundo del bosque y de los acumuladores de orgones, el súbito silencio de ciudades cuando los policías yonquis e incluso los Oficinistas suenan abriendo canales de colesterol en busca de contacto. Fuegos de artificio del orgasmo estallan sobre el mundo. Una fumeta se pone en pie de un salto gritando: «¡Me dio el muermo!», y se hunde en la noche mexicana abatiendo los terminales cerebrales del mundo. El Verdugo grita al oído de su implacable víctima. Navajeros abrasados por adrenalina. El cáncer está a la puerta con un Telegrama Cantado...

HAUSER Y O'BRIEN
Cuando se me echaron encima aquella mañana a las ocho en punto, comprenda que era mi última oportunidad, mi única oportunidad. Pero ellos no lo sabían. ¿Cómo iban a saberlo? Sólo un arresto rutinario. Aunque no rutinario del todo.
Hauser estaba desayunando cuando llamó El Teniente:
—Quiero que usted y su compañero detengan a un individuo llamado Lee, William Lee, ya que van al centro. Está en el Hotel Lamprea, en la Ciento Tres, justo a la salida de Broadway.
—Sí. Sé dónde está eso. También le recuerdo a él.
—Bien, habitación 606. Limítense a detenerlo. No me pierdan tiempo poniéndolo todo patas arriba. Pero traigan todos los libros, cartas, manuscritos. Todo, impreso, a máquina o escrito a mano. ¿Entendido?
—Entendido. Pero ¿cuál es el asunto... ? ¿Libros... ?
—Hagan simplemente lo que les digo. —El Teniente colgó.
Hauser y O'Brien. Llevaban unos veinte años en la Brigada de Estupefacientes de la ciudad. Veteranos como yo. Llevo en esto de la droga unos diecisiete años. No eran malos si se tiene en cuenta que eran policías. Por lo menos, O'Brien no lo era. O'Brien iba de bueno, y Hauser hacía de malo. Una pareja de comedia. Hauser tenía la costumbre de pegar antes de decir nada, sólo para romper el hielo. Entonces O'Brien te daba un cigarrillo Old Gold —hay que ser policía para fumar Old Gold— y empezaba con el número ese de la zanahoria delante.
No era mal tío y hubiera preferido no hacerlo. Pero se trataba de mi única oportunidad.
Precisamente estaba intentando pegarme el chute mañanero cuando abrieron la puerta con una llave maestra. En la mesa, delante de mí, estaba un sobre con droga, aguja, jeringuilla —cogí la costumbre de usar una jeringuilla normal en México y nunca volví a usar cuentagotas—, alcohol, algodón y un vaso de agua.
—Vaya, vaya... —dice O'Brien—. Mucho tiempo sin vernos, ¿eh?
—Ponte la chaqueta, Lee —dice Hauser. Había sacado la pistola. Siempre la saca cuando hace un arresto, por el efecto psicológico y para impedir una fuga por el servicio o la ventana.
—¿Puedo pegarme un toque primero, muchachos? —pregunté—. Quedará suficiente como prueba.
Me preguntaba cómo podría llegar hasta la maleta si me decían que no. La maleta no estaba cerrada con llave, pero Hauser tenía la pistola en la mano.
—Quiere picarse —dijo Hauser.
—Vamos, Bill, sabes que no podemos permitirte eso —dijo O'Brien con voz suave de policía bueno, arrastrando el nombre con una familiaridad grasienta, insinuante, brutal y obscena.
Por supuesto que quería decir:
—¿Qué puedes hacer por nosotros, Bill?
Me miró y sonrió. La sonrisa siguió allí demasiado tiempo, odiosa y desnuda, la sonrisa de un viejo pervertido, resumiendo toda la malignidad negativa de la ambigua función de O'Brien.
—Podría entregaros a Marty el Duro —dije.
Sabía que querían echarle el guante a Marty. Llevaba traficando cinco años y no podían colgarle nada encima. Marty era un veterano, y tenía mucho cuidado con quien trabajaba. Tenía que conocer a un tipo y conocerlo bien, antes de aceptar su dinero. Nadie puede decir que le han metido en el talego por mi culpa. Mi reputación en ese sentido es impecable, pero Marty no me quería atender, porque no me conocía bastante. Así de desconfiado era Marty.
—¡Marty! —dijo O'Brien—. ¿Puedes comprarle algo?
—Claro que puedo.
Desconfiaban. Un hombre no puede ser policía toda la vida sin desarrollar una capacidad intuitiva especial.
—De acuerdo —dijo Hauser al fin—. Pero será mejor que te portes bien, Lee.
—Me portaré perfectamente. Créanme que apreciaré esto.
Me até el pañuelo para el chute, las manos me temblaban de ansia, un drogadicto arquetípico.
«Exactamente un viejo yonqui, muchachos, un viejo inofensivo, tembloroso, destrozado por la droga. » Ese fue el número que les monté. Como esperaba, Hauser apartó la vista en cuanto empecé a buscarme la vena. Es un espectáculo bien poco agradable.
O'Brien estaba sentado en el brazo de una butaca fumándose un Old Gold. Miraba hacia fuera por la ventana, con expresión del que piensa en lo que hará cuando se jubile.
Encontré la vena en seguida. Un chorro de sangre entró en la jeringuilla durante unos instantes, intenso y sólido como una cuerda roja. Apreté el émbolo con el pulgar, notando que la droga se extendía por mis venas para alimentar a un millón de células hambrientas de droga, para proporcionar fuerza y vivacidad a cada nervio y a cada músculo. No me miraban. Llené la jeringuilla de alcohol.
Hauser jugueteaba con su pistola de cañón corto, un Colt especial para policías, y examinaba la habitación. Podía olfatear el peligro lo mismo que un animal. Con la mano izquierda empujó la puerta del retrete y miró dentro. Se me contrajo el estómago y pensé: «Si ahora mira la maleta estoy perdido. »
Hauser se volvió hacia mí bruscamente.
—¿Todavía no acabaste? —gruñó—. Será mejor que no trates de enmierdarnos con el asunto de Marty —las palabras brotaron tan desagradables que incluso se sorprendió él mismo.
Cogí la jeringuilla llena de alcohol y moví la aguja para estar seguro de que la tenía bien ajustada.
—Sólo un par de segundos —dije.
Solté un delgado chorrito alcanzándole los ojos con un movimiento de la jeringuilla. Hauser lanzó un bramido de dolor. Pude verle frotándose los ojos con la mano izquierda como si tratara de quitarse una venda invisible cuando me agaché, arrodillándome mientras buscaba la maleta. Abrí la maleta y mi mano izquierda se cerró sobre la culata de la pistola (soy diestro, pero disparo perfectamente con la izquierda). Sentí el impacto del disparo de Hauser antes de oírlo. El proyectil se hundió en la pared, a mi espalda. Disparando desde el suelo, alcancé con dos rápidos disparos el vientre de Hauser, allí donde se le había levantado el chaleco y dejaba ver un par de centímetros de camisa blanca. Lanzó un gruñido que me hizo vibrar y se dobló hacia adelante. Rígido de miedo, O'Brien buscaba con la mano la pistola de su sobaquera. Con la derecha me sujeté la muñeca de la otra mano para impedir que la pistola se moviera (la pistola tiene el martillo limado y sólo dispara en doble acción), y le disparé en medio de su frente roja, unos dos centímetros por debajo de la línea plateada del pelo. Su pelo era gris la última vez que lo había visto. Hacía de eso unos quince años. Mi primer arresto. Se le apagaron los ojos. Mis manos ya estaban reuniendo todo lo que necesitaba, metiendo en una cartera de mano los cuadernos de notas, la droga y una caja de cartuchos. Me metí la pistola en el cinturón y salí al pasillo mientras me ponía la chaqueta.
Se oía al recepcionista y al botones subiendo las escaleras. Cogí el montacargas, bajé y atravesé el vestíbulo vacío hacia la calle.
Era un hermoso día de invierno. Sabía que no tenía demasiadas posibilidades, pero cualquier posibilidad, por pequeña que sea, es mejor que ninguna, y desde luego, que ser sometido a experimentos con ST6, o como fueran las iniciales.
Tenía que conseguir droga en seguida. Además de aeropuertos, estaciones de tren y terminales de autobuses, cubrirían todas las zonas por donde circula la droga y los contactos. Cogí un taxi hasta Washington Square, me apeé y caminé por la calle. Cuatro hasta encontrarme con Nick en una esquina. Siempre se puede encontrar a un traficante. Basta con conjurarle como a un espíritu.
—Escucha, Nick —le dije—. Tengo que irme de la ciudad. Necesito ligarme una buena cantidad de heroína. ¿Puedes conseguírmela ahora mismo?
Caminábamos por la calle Cuatro. La voz de Nick parecía infiltrarse en mi conciencia desde un lugar inconcreto. Un espíritu, una voz sin cuerpo. Decía:
—Sí, puedo hacerlo. Tengo que ir de una carrera a la parte alta.
—Cogeremos un taxi.
—De acuerdo, pero no puedo llevarte hasta el tipo. Ya sabes.
—Entiendo. Vamos.
íbamos en taxi en dirección norte. Nick hablaba con voz apagada, muerta.
—Últimamente nos están pasando un material raro. No es que sea exactamente flojo... No sé. Es diferente. Quizá esté mezclado con algo sintético... Metadona o algo así.
—¡¡¡¿Qué?!!! ¿Ya?
—Bueno... Pero esto que te voy a pasar yo ahora es bueno. De hecho, es casi de lo mejorcito que he visto nunca... Pare aquí mismo.
—Por favor, date prisa —dije.
—Será cuestión de unos diez minutos a no ser que se le haya terminado el material y tenga que ir a buscarlo... Lo mejor será que te sientes en algún sitio de por aquí cerca y te tomes un café o algo... Este es un sitio peligroso.
Me senté ante un mostrador y pedí café. Señalé un trozo de pastel que había debajo de un plástico. Mojé el pastel en el café mientras rezaba para que, aunque fuera sólo por esta vez, por favor Señor, lo consiguiese, y no me volviera diciendo que el tipo se había largado y que era preciso darse una vuelta por East Orange o Greenpoint.
Bueno, aquí volvía. Se paró detrás de mí. Me vuelvo y le miro con miedo a preguntar. Extraño, pensé, aquí estoy sentado con una oportunidad sobre cien de vivir en las próximas veinticuatro horas —debía tenerlo siempre presente, no podía arriesgarme a olvidarlo y tener que pasar los tres o cuatro meses siguientes esperando en la celda de los condenados a muerte—. Y aquí estaba preocupado por un trapicheo de droga. Pero sólo me quedaba como para unos cinco chutes, y sin droga quedaría inmovilizado... Nick movió la cabeza diciendo que sí.
—No me lo des aquí —dije—. Vamos a coger un taxi.
Cogimos un taxi y salimos para la otra parte de la ciudad. Extendió la mano y cogí el paquete, luego deslicé un billete de cincuenta dólares en la mano de Nick. Lo miró y mostró las encías en una sonrisa desdentada diciendo:
—Muchas gracias... Esto me pondrá en casa...
Me recosté en el asiento dejando que mi mente funcionara sin esfuerzo. Haz funcionar a tu mente demasiado a fondo y se te joderá como un fusible sobrecargado... Y yo no tenía margen de error. Los norteamericanos tienen un horror especial a perder el control, a dejar que las cosas sucedan a su manera sin interferencias ajenas. Les gustaría entrar en su propio estómago y digerir la comida y sacar luego la mierda a paladas.
La mente responderá a mayor cantidad de preguntas si aprendes a relajarte y a esperar la respuesta. Como en una de esas máquinas que piensan, metes la pregunta, te sientas y esperas...
Buscaba un nombre. Mi mente estaba clasificando nombres: descarté inmediatamente a A. P. —Amante de la Pasma—, a N.S. —Nacido Soplón—, y a B.T.P.G. —Buen Tío Pero Gallina... dejándolos a un lado para considerarlos, sopesarlos, examinarlos a fondo, buscando el nombre, la respuesta.
—A veces, sabes, tengo que esperar hasta tres horas. Otras veces, se arregla el asunto en seguida, como ahora —dijo Nick con una sonrisa de sorna que utilizaba como puntuación. Una especie de disculpa por el mero hecho de ponerse a hablar en el mundo telepático del adicto donde sólo el factor cantidad —¿Cuántos dólares? ¿Cuánta droga?— requiere expresión. El sabía, y yo también, todo lo que se puede saber de la espera. El negocio de la droga funciona sin horario, y eso en todos los planos. Nadie llega a tiempo a no ser por casualidad. El adicto vive el Tiempo-droga. Su cuerpo es el reloj y la droga corre a través de él como en un reloj de arena. El tiempo tiene sentido para él sólo en relación con su necesidad. Entonces, irrumpe bruscamente en el tiempo de los otros y, como todos los desplazados, los viajantes, debe esperar, a no ser que se enrede en el tiempo de no-droga.
—¿Y qué puedo decirle? Sabe que estoy dispuesto a esperar lo que sea —dijo riendo Nick.
Pasé la noche en los baños públicos Siempre Duros —la homosexualidad es la mejor pantalla que puede utilizar un agente— donde un ayudante italiano gruñón crea una atmósfera enervante al barrer continuamente el dormitorio con rayos infrarrojos y ver en la oscuridad.
(«¡Atentos en la esquina nordeste! ¡Lo veo!», dirige la luz del foco, asoma la cabeza por las trampillas del suelo y las paredes de los reservados, así que muchas locas tienen que ser sacadas con camisas de fuerza.)
Me tendí allí en mi cubículo mirando al techo... escuchando los gruñidos y chillidos y peleas en esa pesadilla a media luz, sin orden ni concierto, frustrado el deseo...
—¡Que te den pol saco!
—Ponte dos pares de gafas y a lo mejor entonces consigues ver algo.
Salí al despuntar el día y compré un periódico... Nada... Llamé por teléfono desde la cabina de una botica... y pregunté por Estupefacientes:
—Teniente González, ¿quién llama?
—Quiero hablar con O'Brien —un momento de estática, cables que se unen... conexiones interrumpidas...
—No hay nadie que se llame así en este departamento. ¿Quién es usted?
—Entonces quiero hablar con Hauser.
—Mire, señor mío, no hay ningún O'Brien ni ningún Hauser en este departamento. ¿Qué quiere usted?
—Verá, es algo importante... He conseguido información sobre un gran cargamento de heroína procedente de... Quiero hablar con Hauser o con O'Brien... No trataré con nadie que no sean ellos.
—No cuelgue... Le pondré con Alcibíades.
Empecé a preguntarme si aún quedaba alguien con nombre anglosajón en el departamento.
—Quiero hablar con Hauser o con O'Brien.
—¿Cuántas veces tengo que decirle que en este departamento no hay ningún Hauser ni ningún O'Brien... ? Y ahora dígame quién llama.
Colgué y me alejé de la zona en un taxi... En el taxi comprendí lo que había pasado... Había quedado aparte del espacio-tiempo, encerrado como el culo de una anguila se tapa cuando deja de comer camino del mar de los Sargazos... Bloqueado... Nunca volvería a tener una Clave, un Punto de Intersección... La pasma te dejaba al margen por ahí fuera... relegado junto a Hauser y O'Brien a un pasado de droga atascado en el ayer donde la heroína siempre es a dólar el gramo y puedes conseguir yen en la lavandería china de Sioux Falls... El aspecto más lejano del espejo del mundo, viajando por el pasado con Hauser y O'Brien... tratando de aferrar el ámbito todavía informe de las Burocracias Telepáticas, los Monopolios de Tiempo, el Control de Drogas, los Adictos al Agua Pesada:
—Pensé en eso hace trescientos años.
—Su plan era, ahora, irrealizable e inútil... como los planos de la máquina voladora de Da Vinci.

PREFACIO ATROFIADO¿Y TÚ NO?
¿Por qué todo este gasto de papel para llevar a La Gente de un sitio a otro? ¿Quizá para ahorrarle al Lector la tensión de los súbitos cambios espaciales y mantenerle en plan Agradable? Y así se saca un billete, se llama a un taxi, se sube a un avión. Es posible entonces abrir los ojos en la cálida cueva forrada de piel de melocotón mientras Ella (la azafata del avión, claro) se inclina sobre nosotros ofreciendo chicle, dramamina, nembutal incluso.
—Ofréceme paregórico, mona, y te escucharé.
Yo no soy el American Express... Si ves a uno de los míos por Nueva York paseando con ropa normal y a la frase siguiente está en Timboctú ligándose a un joven de ojos de corza herida, es posible presumir que él (el tipo que no vivía en Timboctú) se haya trasladado hasta allí utilizando los medios de comunicación normales.
Lee El Agente (un doble-cuatro-ocho-dieciséis) está haciendo una cura para descolgarse... un viaje espacio—temporal tan portentosamente familiar como las esquinas donde vende droga para el adicto... curas pasadas y futuras traen y llevan imágenes a través de la sustancia espectral vibrando en vientos silenciosos de Tiempo acelerado... Métete un pinchazo... De cualquier cosa...
Imagen oficial mordiéndose los nudillos, instantáneas de la crisis cuando se rueda por el suelo de la celda de la comisaría... «¿Cómo te sentaría un fije de Heroína, Bill? Ja ja ja. »
Medias impresiones esbozadas que se disuelven en luz... bolsas de ectoplasma podrido expulsadas por un viejo yonqui tosiendo y escupiendo con la enfermedad mañanera...
Viejas fotografías violeta y sepia que se retuercen y crujen como barro al sol: Ciudad de Panamá... Bill Gains suelta el rollo para sacarle paregórico a un boticario chino.
—Tengo unos galgos... perros de carreras con pedigrí... Todos enfermos de disentería... el clima tropical... cuando hacen sus necesidades... ¿Me comprende? La mierda... Mis galgos se están muriendo. —Sollozó... Los ojos se le encienden de luz azul... La llama se apagó... olor de metal ardiendo... —Adminístrese con cuentagotas... ¿Y usted no... ? Dolores de la menstruación... mi mujer... madre anciana... almorranas... ulceradas, sangrando. —Se inclinó sobre el mostrador. El boticario se sacó el palillo de la boca, miró la punta y luego dijo que no con la cabeza....
Gains y Lee saquearon el paregórico de la República de Panamá, desde David a Darién... Se apartaron uno del otro con un ruido... Los yonquis tienen tendencia a fundirse en un solo cuerpo... Hay que tener cuidado, especialmente en los sitios vigilados... Gains vuelve a Ciudad de México... Esqueleto desesperado que hace muecas debido a la carencia crónica disimulada con codeína y barbitúricos... quemaduras de pitillo en su albornoz... manchas de café en el suelo... humeante infiernillo de petróleo.... llama naranja oxidado...
La Embajada no da más detalles que el lugar de la sepultura en el Cementerio Norteamericano...
Y Lee vuelve al sexo y al dolor y tiempo y al yage, amarga alucinación del Amazonas...
Recuerdo una ocasión después de una sobredosis de mayún (que es cannabis seco y pulverizado muy fino hasta adquirir la consistencia de azúcar verde molido, luego se mezcla con algún producto dulce o algo semejante, teniendo entonces sabor a pudin arenoso. La elección del producto con el que se mezcla es arbitraria)... Estoy volviendo a ver a Lulú o a Johnny, o quizá venga de la Habitación del Chico (hedor de infancia atrofiada y de enseñanza de hábitos higiénicos), miro por la sala de estar de esta villa en las afueras de Tánger y, de pronto, no sé dónde estoy. Quizá haya abierto la puerta equivocada y en un determinado momento El Propietario, El Dueño Que Llegó Allí Primero se me echará encima y aullará:
—¿Qué está haciendo aquí? ¿Quién es usted?
Yo no sé qué estoy haciendo aquí ni quién soy. Decido actuar con serenidad y a lo mejor consigo orientarme antes de que aparezca El Propietario... Así que en lugar de ponerte a gritar «¿Dónde estoy?», tranquilo y a mirar para saberlo aproximadamente... No estabas allí al Principio. Tampoco estabas allí al Final... Tu conocimiento de lo que está pasando sólo puede ser superficial y relativo... ¿Qué sé yo en realidad de este maldito rostro amarillo de joven yonqui subsistiendo gracias al opio en bruto? Traté de decirle: «Uno de estos días te despertarás con el hígado por los suelos», y de explicarle cómo preparar el opio en bruto para que no fuera veneno puro. Pero sus ojos resbalan sobre mí y no quiere saber nada... y no puedes decirle nada... Un fumador no quiere saber nada, sólo fumar... Y un yonqui, lo mismo... Estrictamente la aguja y a llamarse Andana...
Así que supongo que todavía está sentado en su villa española estilo 1920 de las afueras de Tánger comiendo ese opio en bruto lleno de mierda y piedras y paja... todo a la vez por miedo a que se pierda algo...
Sólo hay una cosa de la que puede escribir un escritor: lo que está ante sus sentidos en el momento de escribir... Soy un aparato para grabar... No pretendo imponer «relato», «argumento», «continuidad»... En la medida en que consigo un registro Directo de ciertas áreas del proceso psíquico, quizá desempeñe una función concreta... No pretendo entretener...
«Posesión», lo llaman... A veces una entidad se mete en el cuerpo —perfiles vacilantes en amarilla mermelada de naranja— y las manos se mueven para destripar a la puta que pasa o para estrangular al feto con la esperanza de aliviar la escasez crónica de viviendas. Como si yo estuviera normalmente allí, pero sujeto a perder la cabeza de vez en cuando... ¡Falso! ¡Nunca estoy aquí... ! Algo que nunca posee totalmente, pero de alguna manera está en situación de impedir movimientos imprudentes... Patrullar es, de hecho, mi ocupación principal... Por severas que sean las medidas de Seguridad, siempre estoy Afuera, en algún sitio, dando órdenes y Dentro de esta camisa de fuerza de mermelada que cede y se deforma, pero que se rehace siempre antes de cada movimiento, pensamiento, impulso, marcado por el sello de la inspección ajena...
Los escritores hablan del dulce olor enfermizo de la muerte, cuando cualquier yonqui puede asegurar que la muerte no tiene olor... y al mismo tiempo un olor que corta la respiración y olería a través de las circunvoluciones color rosa y los carnales filtros de sangre seca... el olor a muerte es inequívocamente un olor y ausencia total de olor... la ausencia de olor hiere el olfato primero porque toda vida orgánica tiene olor... se siente la suspensión del olor como los ojos sienten la oscuridad, los oídos el silencio, el sentido del equilibrio y el de localización, la tensión y la falta de peso...
Siempre se huele y se hace que otros lo huelan durante las épocas de carencia... Un yonqui en carencia puede hacer invisible todo un apartamento con el olor a muerte que despide..., pero una buena ventilación atraerá nuevamente el hedor habitual que nos hemos acostumbrado a respirar... También puedes percibir el olor durante uno de esos cuelgues a tope que de pronto empiezan a crecer en progresión geométrica como un incendio forestal...
La cura siempre significa: ¡Déjalo todo! ¡Salta!
Un amigo mío se encontró desnudo en la habitación de un segundo piso de un hotel de Marrakech... (trata de procesar a una madre tejana que cuando era pequeño lo vestía con ropa de niña... Tosco pero efectivo método para corregir el protoplasma infantil). Los otros ocupantes son árabes, tres árabes... cuchillo en mano... vigilándole... destellos de metal y puntos de luz como briznas de ópalo en la glicerina... Las reacciones animales más lentas le conceden un segundo entero para decidirse: inmediatamente atraviesa la ventana y cae a la calle abarrotada de gente como una estrella fugaz, su estela de cristal brillando al sol... un tobillo roto y un hombro astillado... vestido con una cortina transparente color rosa, con la barra de la cortina como bastón, cojea hasta la Comisaría de Policía...
Antes o después, El Somatén, El Paleto, Lee El Agente, A. J., Clem y Jody, Los Gemelos Ergot, Hassan O'Leary El Magnate de las Secundinas, El Marinero, El Exterminador, Andrew Keif, «El Gordo» Terminal, el doctor Benway, Schafer «El Dedos», tienden a decir lo mismo con las mismas palabras para ocupar, en ese punto de intersección, idéntica posición en el espacio-tiempo. Utilizando un aparato vocal común completado con todos los aditamentos metabólicos para ser la misma persona —un modo de lo más adecuado para expresar Reconocimiento: el yonqui desnudo al sol...
El escritor se ve a sí mismo leyendo en el espejo como siempre... Debe verificarlo de vez en cuando para asegurarse de que El Destino de La Acción Separada no ha ocurrido, no puede ocurrir.
Cualquiera que haya mirado un espejo sabe lo que este delito es y lo que significa en términos de pérdida del control cuando el reflejo ya no obedece... Demasiado tarde para llamar por teléfono a la Policía...
Personalmente, yo deseo terminar mis servicios a partir de este momento porque no puedo seguir vendiendo las materias primas de la muerte... El suyo, señor, es un caso sin esperanza y además molesto...
—La defensa no tiene sentido en el estado actual de nuestros conocimientos —dijo El Abogado Defensor levantando la vista del microscopio electrónico...
Lleva tu asunto al Walgreen.
Roba todo lo que veas.
Nosotros no somos responsables.
No sé cómo describírselo al lector blanco.
Puedes escribir o gritar o canturrear al respecto... o pintarlo... o representarlo... o cagarlo en forma de móviles... Siempre que no te decidas a hacerlo...
Los senadores se ponen en pie de un salto y braman pidiendo la Pena de Muerte con inflexible autoridad de virus yen... Muerte a los drogadictos, muerte a los invertidos sexuales (me refiero a los perversos), muerte al psicópata que ofende la carne acobardada y sin gracia con la rota inocencia animal de elástico movimiento...
El viento sombrío de la muerte ondula sobre la tierra, palpando, husmeando el crimen de la vida separada, impulsores de la carne congelada de miedo, estremeciéndose bajo una vasta curva de probabilidad...
Bloques de población desaparecen en un juego de damas de genocidio... Puede jugar todo el que quiera...
La Prensa Liberal y La Prensa No Tan Liberal y La Prensa Reaccionaria aúllan su aprobación: «Sobre todo debe de erradicarse el mito de la experiencia a otro nivel... » Y hablan oscuramente de ciertas duras realidades... vacas con aftosa... profilaxis...
Los grupos de poder del mundo cortan frenéticamente las líneas de conexión...
El Planeta deriva al azar hacia un destino de insecto...
La Termodinámica ha vencido por abandono... los orgones siguen en la línea de salida... Cristo desangrado... El Tiempo se agota...
Puedes meterte en EL ALMUERZO DESNUDO en cualquier punto de intersección... He escrito muchos prefacios. Atrofian y amputan lo espontáneo como se amputa el dedo pequeño del pie en una enfermedad del África Occidental limitada a la raza negra y la rubia que pasa exhibe su tobillo de bronce cuando un dedo con la manicura hecha salta por la terraza del club, recuperado y puesto a tus pies por un Lebrel Afgano...
EL ALMUERZO DESNUDO es una heliografía, un Manual de Bricolaje... Lascivias de negros insectos se abren en vastos paisajes de otros planetas... Conceptos abstractos, desnudos como fórmulas algebraicas, reducidos a estiércol negro o a un par de cojones envejecidos...
Manual de Bricolaje que extiende los planos de la experiencia al abrir la puerta al final de una gran sala... Puertas que sólo se abren en Silencio... EL ALMUERZO DESNUDO exige Silencio al Lector. Por lo demás, éste se toma el pulso...
Robert Christie conocía El Servicio de Información Telefónica... Muerte a los conos viejos... guarda vello púbico en un dije... ¿Y tú no?
Robert Christie, estrangulador al por mayor de mujeres —suena como un adorno— ahorcado en 1953.
Jack el Destripador, Espadachín Literal de la década de 1890, nunca lo atraparon con el culo al aire... escribió cartas a la Prensa.
—La próxima vez incluiré una oreja simplemente para divertirme. ¿Y tú no?
—¡Oh, tengan cuidado! ¡Ahí van otra vez! —dijo la carroza cuando se le rompió el cordón y las pelotas se le cayeron al suelo... —. Cójalas, tenga la bondad, James, y no sea mierda. No se quede ahí mientras las pelotas del amor ruedan hacia la carbonera.
Limpiacristales gritan por toda la estación, pegan a los cajeros.
Dilaudid, salva a este pobre inútil (el Dilaudid es morfina concentrada y deshidratada).
El sheriff con chaleco negro escribe a máquina un certificado de defunción:
—Es mejor hacerlo legal y no referirse a los estupefacientes.
Violación del artículo 334 de la Ley de Salud Pública... Obtuvo un orgasmo por métodos fraudulentos...
Johnny a cuatro patas y Mary chupándosela y dejando correr sus dedos por las nalgas y paseándolos por el bosque de pelos con las pelotas dentro...
Por encima de la silla rota y a través de la ventana del cobertizo de las herramientas blanqueado con cal batido por un frío viento de primavera al borde del acantilado de caliza que se hunde en el río... fragmento de luna humeante cuelga en el cielo azul de cerámica... afuera sobre una larga línea de semen a lo largo del suelo polvoriento...
Motel... Motel... Motel., roto arabesco de neón... soledad que gime a través del continente como sirenas de niebla sobre las quietas aguas aceitosas de ríos con mareas periódicas...
Cojón exprimido como limón seco apestando rodea el culo con un cuchillo cortar un trozo de hash para la pipa de agua... glup... glup... señal de lo que solía ser yo...
—El río está servido, señor.
Hojas muertas tupen la fuente y geranios crecen silvestres con la menta, trazan un camino hecho por la máquina de cortar el césped.
El playboy maduro se pone su impermeable firmado de 1920, arroja a su mujer aullando dentro de la trituradora de desperdicios... Pelos, mierda y sangre expulsan 1963 sobre la pared...
—Sí señor, muchachos, la mierda pegó realmente duro en el Sesenta y Tres —dijo el viejo profeta aburrido que puede hacer mear en cualquier dirección espacio-temporal... —. Ahora se me ocurre porque fue justo dos años antes de que se extendiera un brote de aftosa humana en un meadero de Bolivia y se propagó por medio de un abrigo de Chinchilla confiscado en Kansas City... Y una tal Liz afirmaba ser la Inmaculada Concepción y parió a un mono araña por el ombligo... Se dice que el matasanos que participó en aquel punto tenía el mono subido a la espalda por aquella época...
Yo, William Seward, capitán de este metro lleno de fumadores de hash, voy a domar al monstruo del lago Ness con una inyección de rotenone y voy a hacer un rodeo a la ballena blanca. Reduciré a Satanás a la Obediencia Automática, y sublimaré a los perversos subsidiarios. Desterraré al candirú de vuestras piscinas y promulgaré una bula acerca del Control de Nacimientos Inmaculados...
—Cuando con mayor frecuencia pasa una cosa, más única y maravillosa es —dijo el pretencioso joven nórdico sobre el trapecio estudiando sus deberes masónicos.
—Los judíos no creen en Jesucristo, Clem... Lo único que quieren es meterles mano a las muchachas cristianas...
Ángeles adolescentes cantan sobre las paredes de los retretes públicos del mundo.
—Ven y menéatela... —1920.
—Gimpy trapichea con mierda de lactosa... —Johnny ahorcado últimamente, en 1952.
(Deteriorado tenor embutido en un corsé canta Danny Deever travestido...)
Las muías no paren en este condado decente... Violación del artículo 334 de la Ley de Salud Pública.
Bueno, ¿dónde están los porcentajes? ¿Quién puede decirlo? No poseo La Palabra... En casa sentado en el bidet... El Rey anda suelto con un lanzallamas y el asesino del rey, torturado en la efigie de diez mil vagabundos, baja a la calle para cagar en las gradas del estadio.
El joven Dillinger salió de la casa y nunca miró hacia atrás.
—No mires hacia atrás, muchacho... Te convertirás en estatua de sal lamida por alguna vaca vieja.
Proyectil de policía en la avenida... Rotas alas de Ícaro, aullidos de un muchacho que se quema inhalado por el viejo yonqui... ojos vacíos como una vasta llanura... (alas de buitre chasqueando en el aire seco).
El Cangrejo, envejecido Decano de los Rateros Borrachos Dormidos, se pone el traje de crustáceo para rondar la zona del cementerio... con garras de acero arranca los dientes y las coronas de oro de los vagos dormidos con la boca abierta... Si el vago se incorpora y ofrece resistencia, las garras traseras del Cangrejo se abren y se cierran presentando dudosa batalla en las llanuras de las Locas.
El Ladronzuelo, jodido por una prolongada condena en la cárcel, expulsado del cementerio por falta de pago, entra protestando en el bar de locas con una papeleta de empeño mohosa para recuperar los cojones negros de la Ciudad donde vendedores castrados cantan la canción del IBM.
Los cangrejos jugueteaban en el bosque... luchando duramente con el ángel toda la noche, siguen un camino desviado hasta la cueva de caliza oxidada.
Yen Negro eyacula sobre los pantanos salinos donde no crece nada, ni siquiera una mandrágora...
Ley de los porcentajes... Unos pocos pollos... Única manera de vivir...
—Hola, Cash.
—¿Seguro que lo tiene ahí?
—Claro que sí, seguro... Vamos adentro.
Tren nocturno a Chicago... Conocer a una chica en el pasillo y veo que está puesta y le pregunto dónde puedo conseguir.
—Ven conmigo, solete.
Quiero decir que no es una adolescente, sino una mujer hecha y derecha...
—¿Qué te parece un fije primero?
—Naaa, no quedarías en condiciones.
Tres intentos... despertar temblando enfermo en el cálido viento primaveral que entra por la ventana, agua que quema los ojos como si fuera ácido...
—Date la vuelta... Te lo meteré en el culo.
Introduce profundamente la aguja, la saca y da masaje al músculo.
Se lame una gota de sangre de su dedo.
El hombre se da la vuelta todo empalmado disolviéndose en la bruma gris de la droga.
En un valle de cocaína e inocencia jóvenes de ojos tristes cantan buscando a un tal Danny que se ha perdido...
Esnifamos durante toda la noche y follamos cuatro veces... dedos sobre la tabla negra... raspan el hueso blanco. Mi casa es la casa de la heroína del mar y la casa del chulo del Hombre...
El bateador se agita inquieto:
—Ocúpate de esto, ¿quieres, chico? Tengo que ver a un tipo por lo del mono.
La Palabra está dividida en unidades que juntas formarán una pieza y así deben ser tomadas, pero las piezas pueden ser consideradas en cualquier orden ya que están unidas en sentidos contrarios, dentro y fuera, arriba y abajo, como en una combinación amorosa interesante. Este libro expulsa las páginas en todas direcciones, caleidoscopio de panoramas, popurrí de melodías y ruidos callejeros, pedos y protestas y las cortinas metálicas del comercio que se bajan, aullidos de dolor y angustia y aullidos de simple lamentación, gatos copulando y rechinantes berridos de la cabeza de toro cortada, murmullos de brujo en trance de nuez moscada, cuellos rotos y mandrágoras que aúllan, sollozos del orgasmo, heroína silenciosa como el amanecer en células sedientas. Radio El Cairo gritando como una subasta frenética de tabaco, y flautas del Ramadán abanicando al yonqui enfermo como un ratero de borrachos en el amanecer gris del metro palpando con dedos delicados los frescos billetes de banco...
Esta es la Revelación y la Profecía de lo que puedo sintonizar sin FM en mi receptor de cristal de los años veinte con antena de semen... Amable lector, vemos a Dios a través de nuestros agujeros del culo en el flash del orgasmo... Por esos orificios se transfigura tu cuerpo... El camino hacia FUERA es el camino hacia DENTRO.
Y ahora yo, William Seward, liberaré a mi horda de palabras... Mi corazón vikingo se desliza por el gran río cenagoso donde los motores chuf chuf chuf en el crepúsculo de la jungla y árboles enteros flotan con enormes serpientes en las ramas y lémures de ojos tristes observan la orilla, a través de los campos del Missouri (el Muchacho encuentra una punta de flecha de color rosa) y a lo lejos silba el tren, vuelve hacia mí hambriento como un golfillo que no sabe trapichear con el culo que Dios le dio... Amable lector, La Palabra saltará sobre ti con garras de acero de hombre-leopardo, cortará dedos de manos y pies como un cangrejo terrestre oportunista, te colgará y atrapará tu semen como un perro escrutable, se enroscará en tus muslos como una serpiente grande y venenosa y te inyectará una dosis de ectoplasma rancio... ¿Y por qué un perro escrutable?
El otro día volvía de ese largo almuerzo que pasa de boca a culo todos los días de nuestra vida, cuando veo a un muchacho árabe que está enseñando a su perrito blanco y negro a caminar sobre las patas traseras... Y un gran perro amarillento se acerca al chico buscando una caricia y el chico lo aparta y el perro amarillo aúlla y le tira un bocado al otro más pequeño, y sus gruñidos dirían si, como los humanos, tuviera el don de la palabra:
—Eso es un crimen contra natura.
Por eso digo que el perro amarillento es Escrutable... Y déjenme decir de pasada, y yo siempre estoy de pasada como un maricón sincero, que el Oriente Inescrutable necesita un montón de sal para poder tragárselo... Este cronista se mete veinte gramos de morfa al día y se queda sentado durante ocho horas inescrutable como una cagada.
—¿En qué está pensando? —dice inquieto el Turista norteamericano...
A lo que contesto:
—La morfina ha deprimido mi hipotálamo, sede de la libido y la emoción, y como el cerebro anterior sólo opera de segunda mano en función de las titilaciones del cerebro posterior, pues al ser un tipo sustitutivo de ciudadano sólo puede emocionarse por detrás, debo informar de la virtual ausencia de hechos cerebrales. Soy consciente de su presencia, pero como para mí carece de connotaciones afectivas, dado que mis afectos los ha desconectado el que me vende la droga debido a falta de pago, no me interesa lo que usted hace... Venga o vaya, cague o métase por el culo una lima o una serpiente (lo que sería muy adecuado para un marica), al Muerto y al Yonqui se la suda... Son Inescrutables.
—¿Dónde están los servicios? —pregunté a una acomodadora rubia.
—Por aquí, señor... Dentro hay sitio para uno más.
—¿Ha visto a Rosa Pantopón? —preguntó el viejo yonqui del abrigo negro.
El sheriff de Texas ha liquidado a su cómplice, el veterinario, Browbeck El Nervioso, que estaba metido en un negocio de heroína para caballos... Un caballo enfermo de aftosa necesita un poco de heroína para calmar el dolor y quizá parte de esta heroína atraviese la pradera desierta y relinche por Washington Square... Los yonquis corren gritando:
—¡Yuuuupi! ¡Arriba Silver!
—Pero ¿dónde está la cuadrista?
Este arquetipo patético irrumpió gritando en el salón de té elegante con adornos de bambú, calle Juárez, México, DF... allí estaba acusado de violar a una menor... un coño te arranca los pantalones y estás preparado para que te acusen de violación, hermano...
Chicago llamando... venga por favor... Chicago llamando... venga por favor... ¿Qué pensaría si consiguiera las gomas en Puyo? Un sitio muy húmedo, lector...
—¡Quítatela! ¡Quítatela!
La carroza se encuentra a sí misma viniendo en la otra dirección como representación burlesca de la adolescencia, se pone de rodillas y le penetra su doble de antiguos tiempos... avenida abajo hacia el Museo de la calle del Mercado muestra toda clase de masturbaciones y prácticas solitarias... los jóvenes necesitan algo especial...
Estaban maduros para ser desplumados, olvidados allá abajo en el maizal... perdidos en pequeños fragmentos de placer y rollos de papel ardiendo...
Leer la metástasis con dedos de ciego.
Mensaje fósil de la artritis...
—Vender es una adicción mayor que usar. —Lola La Chata, México, D. F.
Aspirante terror de las marcas de la aguja, grito submarino voceando sordos avisos nerviosos del ansia por venir, palpitante mordisco rabioso...
—Si Dios hizo algo mejor se lo guardó para él —solía decir el Marinero, su transmisión ralentizada por veinte nembutales.
(Fragmentos de asesinato cayendo lentos como briznas de ópalo en la glicerina.)
Vigilándote y canturreando una y otra vez El adiós a la feria de Johnny.
Trapicheando a pequeña escala para pagarse la propia adicción...
—Y usa ese alcohol —dice dejando sobre la mesa un mechero de alcohol.
—Jodido, no puedes —esperar— los yonquis ansiosos me ponen perdidas las cucharas todo el tiempo calentándolas con cerillas.... Lo único que me falta para ir al trullo con una ruina encima es que la pasma se ligue una cuchara quemada en mi casa...
—Creía que lo estabas dejando... No me parecía bien joderte la cura.
—Se necesitan muchos huevos para descolgarse, chaval.
Buscando una vena en la carne que se derrite. El reloj de arena de la droga vierte los últimos gramos negros en los riñones...
—Zona seriamente afectada —murmuró mientras se apretaba el pañuelo.
—La Muerte era el Héroe de su Cultura —dijo mi mujer levantando la vista de los códices mayas... —. Obtuvieron el fuego y la palabra y la semilla de maíz de la Muerte... La muerte se convierte en semillas de maíz.
Los Días Ouab han llegado
duros vientos despellejados de odio y desgracia
impulsaron el chute.
—Quítame de delante esas jodidas fotos porno —le dije a ella. El Veterano Schmecker se recostó en el respaldo de la silla, lleno de licor y de barbitúricos... una desgracia para su sangre.
—¿Es que es usted uno de esos artistas de los barbitúricos?
Amarillentos aromas a jerez callejero y a hígado ocluido salieron de su ropa cuando hizo un gesto de yonqui adelantando la mano con la palma hacia arriba pidiendo su ración...
olor a chiles y a abrigos mojados y a testículos atrofiados...
Me miró a través de la carne provisional, ectoplásmica de la cura... quince kilos materializados en un mes cuando te descuelgas... blanda masilla rosada que se desvanece al primer toque silencioso de droga... lo he visto... cinco kilos perdidos en diez minutos... allí tieso con la jeringuilla todavía en la mano... sosteniéndose los pantalones con la otra.
Acre hedor a metal enfermo.
Caminando en un cubo de basura hacia el cielo... hogueras de gasolina dispersas... humo que cuelga negro y sólido como excrementos en el aire inmóvil... manchando la blanca película del calor de mediodía... D. L. camina a mi lado... un reflejo de mis encías desdentadas y mi cabeza sin pelo... carne distribuida sobre los podridos huesos fosforescentes consumidos por lentas llamas frías... D. L. lleva una lata de gasolina abierta y el olor de la gasolina lo envuelve... Al cruzar una colina de hierro oxidado encontramos a un grupo de nativos... caras planas, bidimensionales, de pez carroñero...
—Échale gasolina encima y préndele fuego...
DEPRISA
relámpago blanco... aullido de insecto mutilado...
Me despierto con sabor a metal en la boca de regreso de los muertos.
siguiendo el olor incoloro de la muerte
placenta de un reseco mono gris
punzadas espectrales de amputación...
—Chaperos esperando algún pagano —dijo Eduardo y murió de una sobredosis en Madrid...
Trenes con municiones arden a través de las circunvoluciones color rosa de carne tumescente... desencadenan flashes de orgasmo... instantáneas a gran velocidad de movimiento detenido... brazo liso y marrón doblado para encender un cigarrillo...
Se quedó allí, con un sombrero de paja de los años veinte que alguien le había dado... suplicando con palabras blandas como pájaros muertos en la calle oscura...
—No más... No más... No más...
Un mar hirviente de martillos neumáticos en el crepúsculo violeta y pardo teñido de olor a metal podrido de la cañería del gas... rostros de trabajadores jóvenes vibran desenfocados en halos amarillos de lámparas de carburo... cañerías rotas destripadas...
—Están reconstruyendo la Ciudad.
Lee asintió con aire ausente:
—Sí... Siempre...
En cualquier caso es un mal movimiento hacia el Ala Oriental...
Si lo supiera me alegraría decírtelo...
—No bien... no bueno... yo mismo buscando....
—No tenel... Volvel vielnes.
Tánger, 1959

APÉNDICE
CARTA DE UN EXPERTO ADICTO A LAS DROGAS PELIGROSAS
(Publicada originalmente en The British Journalof Addiction, Vol 53, Núm. 2)

Venecia,3 de agosto de 1956
Querido doctor:
Gracias por su carta. Incluyo el artículo sobre los efectos de las diversas drogas que he usado. No sé si es adecuado para su publicación. No tengo ninguna objeción que hacer a que se utilice mi nombre.
Sin problemas con la bebida. Sin deseos de utilizar ninguna droga. Un estado general de salud excelente. Por favor, dé recuerdos de mi parte al señor... Utilizo diariamente su método de ejercicios con resultados excelentes.
He estado pensando en escribir un libro sobre los estupefacientes, pero necesito encontrar un colaborador adecuado que se ocupe de la parte técnica.
SuyoWilliam Burroughs

El uso del opio y de derivados del opio lleva a un estado que define y describe el término «adicción». (El término se usa en sentido amplio para designar todo a lo que alguien está habituado o necesita. Hablamos de adicción a los caramelos, al café, tabaco, clima cálido, televisión, novelas policíacas, crucigramas.) Aplicado inadecuadamente de este modo, el término pierde precisión y utilidad. El uso de la morfina lleva a la dependencia metabólica de la morfina. La morfina se convierte en una necesidad biológica, lo mismo que el agua, y quien la usa puede morir si se le priva súbitamente de ella. El diabético morirá sin insulina, pero no es adicto a la insulina. Su necesidad de insulina no fue creada por el uso de insulina. Necesita insulina para mantener un metabolismo normal. El adicto necesita morfina para mantener un metabolismo de morfina, y de ese modo impedir el penoso y doloroso retorno a un metabolismo normal.
He usado diversas drogas «estupefacientes» durante un período de veinte años. Algunas de tales drogas son adictivas en el sentido expuesto arriba. La mayoría no lo son:

OPIÁCEOS. —Durante un período de doce años he usado opio, fumado y tomado oralmente (la inyección subcutánea provoca abscesos. La inyección en la vena es desagradable y quizá peligrosa), heroína inyectada intramuscularmente, en la vena, subcutáneamente, esnifada (cuando no podía conseguir aguja), morfina, dialudid, pantopón, eukodal, paracodina, dionina, codeína, demerol, metadona. Todos estos productos, en mayor o menor grado, habitúan. No hay mucha diferencia en lo que se refiere al modo en que se administre la droga; fumada, esnifada, inyectada, tomada oral o rectalmente, al final el resultado será el mismo: adicción. Y es tan difícil interrumpir el hábito a fumar como el hábito a inyectarse endovenosamente. La idea de que el hábito de inyectarse es particularmente peligroso se deriva de un miedo irracional a las agujas —(«Las inyecciones envenenan la sangre»— como si la sangre se envenenara menos con las sustancias absorbidas por el estómago, los pulmones o las mucosas). El demerol probablemente sea menos adictivo que la morfina. También satisface menos al adicto y es menos efectivo como analgésico. Si bien es cierto que un hábito de demerol es más fácil de cortar que un hábito de morfina, indudablemente el demerol es más dañino para la salud, y de modo específico para el sistema nervioso. En cierta ocasión usé demerol durante tres meses y padecí algunos síntomas bastante molestos: temblor de manos (con morfina mis manos siempre están firmes), pérdida progresiva de la coordinación, contracciones musculares, obsesiones paranoicas, miedo a la locura. Finalmente, contraje una oportunísima intolerancia hacia el demerol —sin duda una medida de autoconservación— y cambié a metadona. Todos mis síntomas desaparecieron de inmediato. Debo añadir que el demerol es tan astringente como la morfina, que ejerce un efecto incluso más intenso sobre el apetito y las funciones sexuales, aunque, por el contrario, no produzca contracción de las pupilas. A lo largo de un período de muchos años me he puesto miles de inyecciones con agujas sin esterilizar y, de hecho, sucias, y nunca contraje infección alguna hasta que usé el demerol. Entonces padecí una serie de abscesos, uno de los cuales tuvo que ser sajado y drenado. En resumen, el demerol me parece que es una droga más peligrosa que la morfina. La metadona resulta completamente satisfactoria para el adicto. Es un excelente analgésico y, por lo menos, tan adictiva como la morfina.
He tomado morfina para calmar dolores agudos. Cualquier opiáceo elimina realmente el dolor en la misma medida en que elimina los síntomas de carencia. La conclusión es obvia: cualquier opiáceo que elimine el dolor crea hábito, y cuanto más efectivamente quita el dolor, mayor hábito crea. La molécula que crea el hábito y la molécula que quita el dolor probablemente sean idénticas en la morfina; y el proceso mediante el cual la morfina quita el dolor, es el mismo proceso que lleva a la tolerancia y a la adicción. Una morfina que no cree hábito es, aparentemente, la Piedra Filosofal de nuestros días. Por otra parte, los derivados de la apomorfina pueden ser extremadamente efectivos para controlar el síndrome de carencia. Pero no es posible pedir que esta droga sea también un analgésico.
Los fenómenos de la adicción a la morfina son bien conocidos y no hay razón para exponerlos de nuevo aquí. Sin embargo, me parece que existen algunos aspectos que han recibido una atención insuficiente: se ha señalado la incompatibilidad metabólica entre la morfina y el alcohol, pero nadie ha avanzado una explicación al respecto, al menos que yo sepa. Si un morfinómano bebe alcohol no experimenta sensaciones agradables o eufóricas. Hay una sensación de incomodidad creciente, y la necesidad de otra inyección. Parece que el alcohol sea rechazado por el hígado. En cierta ocasión, intenté beber cuando aún no me había recuperado del todo de una ictericia (entonces no usaba morfina). La sensación metabólica fue la misma. En un caso, el hígado estaba parcialmente paralizado por la ictericia, en el otro, literalmente ocupado metabolizando la morfina. En ninguno de los dos casos era capaz de metabolizar el alcohol. Si un alcohólico se hace morfinómano, la morfina desplaza invariable y totalmente al alcohol. He conocido a algunos alcohólicos que empezaron a usar morfina. Fueron capaces de tolerar grandes dosis de morfina de modo inmediato sin efectos desagradables, y en cuestión de días dejaron de tomar alcohol. Lo contrario nunca ocurre. El morfinómano no puede tolerar alcohol cuando está usando morfina o sufriendo una carencia de ella. La capacidad para tolerar alcohol es una señal indudable de desintoxicación. En consecuencia, la morfina nunca puede sustituirse directamente por alcohol. Claro que un adicto desintoxicado, puede empezar a beber y convertirse en un alcohólico.
Durante el período de carencia, el adicto es extremadamente consciente de su entorno. Las impresiones sensitivas se intensifican hasta llegar a convertirse en alucinaciones. Los objetos familiares parecen agitarse con una vida furtiva y temblorosa. El adicto sufre el asalto de una oleada de sensaciones externas y viscerales. Puede experimentar fulgurantes momentos de belleza y de nostalgia, pero la impresión general es extremadamente dolorosa. (Es posible que sus sensaciones sean dolorosas debido a su intensidad. Una sensación agradable puede volverse intolerable una vez que ha alcanzado una determinada intensidad.)
He observado dos reacciones especiales al principio de un estado de carencia: 1) Todo parece amenazador; 2) Una paranoia no muy intensa. Los médicos y las enfermeras parecen monstruos del mal. En el curso de varias curas yo mismo me he sentido rodeado por lunáticos peligrosos. Hablé con uno de los pacientes del doctor Dent que acababa de desintoxicarse de un hábito de pethidina. Me informó de una experiencia idéntica, y de que durante 24 horas las enfermeras y el médico le «parecían brutales y repugnantes». Y todo parecía siniestro. He hablado con otros adictos que experimentaron las mismas reacciones. Por tanto, parece que la base psicológica de las ideas paranoicas durante la carencia es algo evidente. La similitud específica de estas reacciones indica la existencia de un origen metabólico común. La semejanza entre estos fenómenos de carencia y ciertos estados de intoxicación con otras drogas salta a la vista. El hashish, la Bannisteria Caapi (harmalina), el peyote (mescalina) provocan estados de aguda sensibilidad con alucinaciones. Todo parece vivo. Las ideas paranoides son frecuentes. La intoxicación con Bannisteria Caapi reproduce de modo específico el estado de carencia. Todo parece amenazante. Las ideas paranoides son especialmente agudas en las sobredosis. Tras haber tomado Bannisteria Caapi, yo estaba convencido de que el Brujo y su ayudante conspiraban para asesinarme. Parece que los estados metabólicos del cuerpo son capaces de reproducir los efectos de diversas drogas.
En Estados Unidos los adictos a la heroína reciben una cura de reducción involuntaria por parte de los traficantes que diluyen progresivamente su mercancía con lactosa y barbitúricos. Como consecuencia de ello, muchos de los adictos que desean tratarse padecen adicción leve y pueden quedar desintoxicados en poco tiempo (de siete a ocho días). Se recuperan rápidamente sin medicación. Entretanto, cualquier tranquilizante, antialérgico o sedante les proporciona cierto alivio, especialmente si es inyectado. El adicto se siente mejor si sabe que hay alguna sustancia ajena circulando por su sangre. El tolserol, la toracina y otros «tranquilizantes» similares, todas las variedades de barbitúricos, el cloral, el paraldehído, los antihistamínicos, la cortisona, la reserpina, y hasta el shock (¿queda la lobotomía muy lejos?), todo eso se ha utilizado con resultados generalmente calificados de «alentadores». Mi propia experiencia indica que estos resultados deben aceptarse con cierta reserva. Por supuesto, está indicado el tratamiento de los síntomas, y todos esos productos (con la posible excepción del que se utiliza con más frecuencia: los barbitúricos) tienen un lugar en el tratamiento del síndrome de carencia. Pero ninguna de estas drogas es, en sí misma, la solución para la carencia. Los síntomas de la carencia varían de acuerdo con el metabolismo individual y las características físicas. Los individuos con pecho de pollo, propensos a la fiebre de heno y al asma padecen graves síntomas alérgicos durante la carencia: catarro de nariz, estornudos, picores, ojos llorosos, dificultad para respirar. En tales casos, la cortisona y los antihistamínicos pueden producir alivio concreto. Los vómitos pueden controlarse con antieméticos, tales como la toracina.
Me he sometido a diez «curas» en el curso de las cuales fueron utilizados todos estos productos. He recurrido a reducciones rápidas, reducciones lentas, sueño prolongado, apomorfina, antihistamínicos, y a un sistema francés que implicaba la utilización de un producto inútil conocido por «amorfina»... es decir, a todo, menos al electroshock. (Me interesaría conocer los resultados de nuevos experimentos con electroshock sobre otras personas.) El éxito de cualquier tratamiento depende del grado y duración de la adicción, del estado de carencia (los productos que son eficaces en el período final o ligero de la carencia, pueden resultar desastrosos durante la fase aguda), los síntomas individuales, la salud, edad, etc. Un método puede ser completamente ineficaz en unas ocasiones, pero dar excelentes resultados en otras. O un tratamiento que no me resultó bien a mí, puede ayudar a otra persona distinta. No trato de emitir juicios definitivos, sino de informar con respecto a mis reacciones ante diversos productos y métodos de tratamiento.

Curas de reducción. — Es la forma más corriente de tratamiento, y todavía no se ha descubierto ningún método que pueda reemplazarla en los casos de adicción intensa. Debe suministrársele al paciente algo de morfina. Si hay una regla que sea aplicable a todos los casos de adicción, tal regla es precisamente ésta. Pero la morfina debe suprimirse lo más rápidamente posible. He seguido curas de reducción lenta y en todos los casos el resultado fue desesperanzador y eventualmente inútil. Las reducciones imperceptibles tienden a convertirse en reducciones interminables. Cuando un adicto quiere curarse, en la mayoría de los casos ya ha experimentado en diversas ocasiones los síntomas de la carencia. Espera pasar momentos muy desagradables y está preparado a pechar con ellos. Pero si las molestias provocadas por la carencia se prolongan a lo largo de dos meses, en lugar de diez días, es posible que no esté dispuesto a soportarlas. No es la intensidad, sino la duración de las molestias lo que termina con los deseos de resistir. Si el adicto toma habitualmente cierta cantidad, aunque sea pequeña, de cualquier opiáceo para aliviar la debilidad, el insomnio, la depresión, el nerviosismo de la etapa final de la carencia, los síntomas pueden prolongarse indefinidamente, y la recaída es casi segura.

Curas de sueño. — La teoría suena bien. Uno se duerme y se despierta curado. Dosis industriales de hidrato de cloral, barbitúricos, toracina, sólo provocan un estado de pesadilla semiconsciente. La carencia de sedación, tras 5 días, ocasiona un severo shock. Vuelven a aparecer los síntomas agudos de carencia de morfina. El resultado final fue un síndrome combinado de horror incomparable. Ninguna de las curas que he seguido resultó tan dolorosa como este supuesto método indoloro. El ciclo de sueño y vigilia está profundamente alterado durante la carencia. Añadir a esto una sedación masiva parece contraindicado hasta decir basta. La carencia de morfina es suficientemente traumática sin necesidad de añadir una carencia de barbitúricos. Tras dos semanas en el hospital (cinco días de sedación, diez días de «descanso») me encontraba tan débil que caí al suelo cuando intentaba caminar por una ligera pendiente. Considero que las curas de sueño son el peor método para tratar la carencia.

Antihistamínicos. — El empleo de antihistamínicos se basa en la teoría alérgica de la carencia. La falta súbita de morfina precipita la superproducción de histaminas con los consiguientes síntomas alérgicos. (En el shock resultado de lesión traumática con dolor agudo se liberan grandes cantidades de histamina que pasan a la sangre. Durante un dolor agudo se toleran dosis de morfina tóxicas, y lo mismo pasa durante la adicción. Los conejos, que tienen un elevado índice de histamina en la sangre, son extremadamente resistentes a la morfina.) Mi propia experiencia con antihistamínicos no ha sido concluyente. En cierta ocasión seguí una cura en la que sólo se utilizaron antihistamínicos y los resultados fueron buenos. Pero entonces mi adicción era ligera, y cuando empecé el tratamiento llevaba 72 horas sin morfina. Desde entonces, he usado antihistamínicos con cierta frecuencia para combatir los síntomas de carencia con resultados poco satisfactorios. De hecho, los antihistamínicos parecen incrementar mi depresión e irritabilidad (no suelo padecer los típicos síntomas alérgicos).

Apomorfina. — La apomorfina es indudablemente el mejor método para tratar la carencia de todos los que he experimentado. No elimina por completo los síntomas, pero los reduce hasta un nivel soportable. Los síntomas agudos, tales como los calambres de piernas y estómago, los estados convulsivos o maníacos, los elimina por completo. De hecho, el tratamiento con apomorfina implica menos molestias que una cura por reducción. La recuperación es más rápida y completa. Creo que nunca conseguí eliminar por completo el deseo de tomar morfina hasta que seguí un tratamiento con apomorfina. Quizá la necesidad «psicológica» de morfina que persiste tras una cura, no sea en absoluto psicológica, sino metabólica. Las variaciones más potentes de la fórmula de apomorfina podrían resultar cualitativamente más efectivas para tratar todas las formas de adicción.

Cortisona. — La cortisona parece proporcionar cierto alivio, especialmente cuando se inyecta endovenosamente.

Toracina. — Procura cierto alivio, pero no mucho. Efectos secundarios —depresión, perturbaciones de la visión, indigestión— compensan los dudosos beneficios.

Reserpina. — Nunca noté que este producto proporcionara otro efecto que no fuera una ligera depresión.

Tolserol— Resultados despreciables.

Barbitúricos. — Es algo bastante corriente recetar barbitúricos para combatir el insomnio de la carencia. En realidad, el uso de barbitúricos retrasa el retorno del sueño normal, prolonga el período de carencia, y puede llevar a una recaída. (El adicto tiene la tentación de tomar un poco de codeína o de paregórico con su nembutal. Unas cantidades muy pequeñas de opiáceos, que resultarían inocuas para una persona normal, restablecen inmediatamente la adicción en un adicto curado.) Mi experiencia es indudable que confirma la afirmación del doctor Dent acerca de que los barbitúricos están contraindicados.

Cloral y paraldehídos. — Es probable que sean preferibles a los barbitúricos, si es necesaria una sedación, pero la mayoría de los adictos vomitan el paraldehído inmediatamente. También he probado, por propia iniciativa, las drogas siguientes durante el período de carencia:

Alcohol. — Absolutamente contraindicado en cualquiera de las fases de carencia. El uso del alcohol exacerba invariablemente los síntomas de carencia y lleva a la recaída. El alcohol sólo puede ser tolerado una vez que el metabolismo vuelve a la normalidad. En los casos de adicción intensa esto suele llevar un mes.

Bencedrina. — Puede aliviar temporalmente la depresión de la fase final de la carencia, pero es desastrosa en la fase aguda. Contraindicada en cualquiera de las fases dado que produce un estado de nerviosismo para el que la morfina es la respuesta psicológica.

Cocaína.. — Lo de arriba vale doblemente en el caso de la cocaína.

Cannabis indica (marihuana). — En la fase final o en carencias ligeras alivia la depresión y aumenta el apetito. En las carencias agudas es un desastre total. (En cierta ocasión fumé marihuana durante la primera fase de carencia y los resultados fueron de pesadilla.) La cannabis es un sensibilizador. Si uno ya se siente mal, le hará sentirse peor. Contraindicado.

Peyote; Bannisteria caapi. — No me he aventurado a realizar experimentos. Pensar en una intoxicación de Bannisteria superpuesta a los síntomas de una carencia aguda hace vacilar el cerebro. Conozco a un hombre que utilizó peyote en la fase final de la carencia, y que afirmaba que carecía de cualquier deseo de tomar morfina, pero que en definitiva murió por envenenamiento de peyote.
En los casos de adicción intensa, los síntomas físicos de la adicción se prolongan durante un mes por lo menos.
Jamás he visto ni oído hablar de un psicótico que fuera morfinómano, es decir, de alguien que mostrara síntomas psicóticos mientras estaba adiccionado a un opiáceo. De hecho, los adictos son personas tristemente cuerdas. Quizá haya una incompatibilidad metabólica entre esquizofrenia y adicción a los opiáceos. Por otra parte, la carencia de morfina provoca a menudo reacciones psicóticas —usualmente cierta paranoia—. Es interesante notar que productos y métodos que dan resultados en la esquizofrenia, sean utilizados también durante la carencia: antihistamínicos, tranquilizantes, apomorfina, electroshock.
Sir Charles Sherington define el dolor como «el acompañante psíquico de un reflejo protector imperativo».
El sistema nervioso vegetativo se expande y se contrae como respuesta a los ritmos viscerales y a los estímulos externos; se expande ante los estímulos que experimenta como placenteros —sexo, alimentos, contactos sociales agradables, etc. —, y se contrae ante el dolor, la ansiedad, el miedo, la incomodidad, la depresión. La morfina altera el ciclo de expansión y contracción, descarga y tensión. Se desactiva la actividad sexual, se inhibe la peristalsis, las pupilas dejan de reaccionar ante luz y oscuridad. El organismo no se contrae ante el dolor, ni se expande ante las fuentes de placer habituales. Se adapta a un ciclo propio de la morfina. El adicto es inmune al aburrimiento. Es capaz de estarse mirando la punta de los zapatos durante horas, o de permanecer simplemente en la cama. No necesita contactos sexuales, ni sociales, tampoco trabajo, diversión, ejercicio... no necesita nada excepto morfina. La morfina puede aliviar el dolor debido quizá a que proporciona al organismo algunas de las cualidades de los vegetales. (El dolor quizá carezca de sentido para las plantas que son, en su mayor parte, inmóviles, incapaces de tener reflejos protectores.)
Los científicos buscan un tipo de morfina que no sea adictiva, que elimine el dolor sin proporcionar placer, pues los adictos quieren —o creen que quieren— euforia sin adicción. No veo cómo podrían separarse las funciones de la morfina. Creo que cualquier producto que elimine el dolor, reprimirá la función sexual, inducirá euforia y provocará adicción. El producto que elimine el dolor y que sea perfecto, lo más probable es que cree hábito con una sola aplicación. (Si alguien está interesado en desarrollar una droga semejante, creo que la dehidro-oxi-heroína podría ser un buen punto de partida.)
El adicto existe en un estado asexual, atemporal, indoloro. El retorno a los ritmos de la vida animal implica el síndrome de carencia. Dudo que esa transición pueda llevarse a cabo placenteramente. A lo más que se podría llegar es a la carencia indolora.

COCAÍNA. — La cocaína es la droga más estimulante que he utilizado jamás. La euforia tiene su centro en la cabeza. Quizá la droga active directamente las conexiones del placer del cerebro. Sospecho que una corriente eléctrica en el punto preciso produciría el mismo efecto. La estimulación completa con la cocaína sólo puede conseguirse por medio de la inyección por vía endovenosa. Los efectos placenteros no duran más de cinco o diez minutos. Si la droga se inyecta intramuscularmente, la rápida eliminación anula los efectos. Y lo mismo sucede, pero reforzado, si se esnifa.
Una práctica corriente entre los cocainómanos consiste en pasarse la noche entera chutándose cocaína a intervalos de un minuto; alternan con chutes de heroína, o de cocaína y heroína mezcladas en la misma inyección, lo que se llama un «speed ball». (Nunca he conocido a un cocainómano que fuera también morfinómano.)
La necesidad de cocaína puede llegar a ser intensa. Yo mismo me he pasado días enteros de una botica a otra para conseguir que me despacharan una receta de cocaína. Es posible desear la cocaína de modo muy intenso, pero no existe una necesidad metabólica del producto. Si no es posible conseguir cocaína, uno puede comer, irse a dormir y olvidar el asunto. He hablado con personas que usaron cocaína durante años y, de pronto, se quedaron sin la posibilidad de conseguirla. Ninguna de ellas experimentó síntomas de carencia. De hecho, es difícil aceptar que un estimulante del cerebro frontal pueda llegar a ser adictivo. La adicción parece ser monopolio exclusivo de los sedantes.
El uso continuado de la cocaína ocasiona nerviosismo, depresión, y a veces psicosis con alucinaciones paranoicas. El nerviosismo y la depresión resultantes del uso de la cocaína sólo pueden aliviarse con más cocaína. También se eliminan con morfina. El uso de cocaína por parte de un morfinómano siempre lleva a la utilización de inyecciones de morfina más abundantes y frecuentes.

CANNABIS INDICA (hashish, marihuana). — Los efectos de esta droga han sido descritos con frecuencia: trastornos en la percepción espacio-temporal, sensibilidad aguda para las impresiones, fuga de ideas, risa convulsiva, estupidez. La marihuana es un sensibilizador y sus efectos no siempre son agradables. Hace que una situación mala sea peor. La depresión se vuelve desesperación, la ansiedad pánico. Ya he mencionado mi horrible experiencia con marihuana durante un período agudo de carencia de morfina. En cierta ocasión le di marihuana a un invitado que estaba ligeramente ansioso con respecto a algo («Estoy inquieto», había dicho). Tras fumar medio cigarrillo, se puso en pie de un salto y, gritando «¡Tengo miedo!», salió de la casa corriendo.
Un aspecto particularmente enervante de la intoxicación con marihuana es la perturbación de la orientación afectiva. No se sabe si algo gusta o no, si una sensación es agradable o desagradable.
El uso de la marihuana varía mucho con cada individuo. Unos la fuman constantemente, otros a veces, y a no pocos les desagrada de modo muy intenso. Parece que es especialmente impopular entre los morfinómanos, muchos de los cuales adoptan una actitud puritana con respecto a los fumadores de marihuana.
Los efectos desagradables de la marihuana se han exagerado mucho en Estados Unidos. Nuestra droga nacional es el alcohol. Tendemos a considerar el uso de cualquier otra droga con especial horror. Cualquiera que se entregue a esos vicios extranjeros se expone a la ruina completa de cuerpo y mente. La gente cree lo que quiere creer sin tener en cuenta los hechos. La marihuana no crea hábito. Nunca he observado que su uso moderado produzca efectos peligrosos. Las psicosis, por efecto de la droga, quizá sean consecuencia de un uso prolongado y excesivo.

BARBITÚRICOS. — Los barbitúricos son indudablemente adictivos si se toman en grandes cantidades a lo largo de cualquier período de tiempo (aproximadamente un gramo diario creará adicción). El síndrome de carencia es más peligroso que el de carencia de morfina, e incluye alucinaciones con convulsiones semejantes a las epilépticas. Los adictos a veces se hieren al caer sobre pisos de cemento (los pisos de cemento son el corolario habitual de una brusca carencia). Los morfinómanos a veces toman barbitúricos para potenciar raciones inadecuadas de morfina. Algunos de ellos se vuelven, además, adictos a los barbitúricos.
En una ocasión tomé dos cápsulas de nembutal (de gramo y medio cada una de ellas) todas las noches a lo largo de cuatro meses, y no padecí síntomas de carencia. La adicción a los barbitúricos es cuestión de cantidad. Probablemente no se trate de una adicción metabólica como la de la morfina, sino de una reacción mecánica debido a una sedación excesiva del cerebrofrontal.
El adicto a los barbitúricos ofrece un espectáculo impresionante. Es incapaz de coordinación, se tambalea, se cae de los taburetes de la barra de un bar, se queda dormido en mitad de una frase, se le cae la comida de la boca. Se muestra confuso, pendenciero y estúpido. Y, además, casi siempre usa otras drogas, cualquiera que se le ponga a mano: alcohol, bencedrina, opiáceos, marihuana. Los consumidores de barbitúricos están muy mal vistos en la sociedad de los adictos: «Vagabundos del nembutal. Son gente sin ninguna clase. » El siguiente paso es gas y leche, o se ponen a esnifar amoníaco. «El excitante de las limpiarretretes. »
A mi juicio los barbitúricos crean la peor forma de adicción posible, desagradable, dañina, y difícil de tratar.

BENCEDRINA. — Es un estimulante cerebral, como la cocaína. Grandes dosis provocan insomnio prolongado y sensaciones estimulantes. El período de euforia es seguido de una terrible depresión. La droga tiende a incrementar la ansiedad. Causa indigestión y pérdida del apetito.
Sólo conozco un caso en el que la carencia de bencedrina fue seguida de síntomas claros. Se trataba de una conocida mía que usó cantidades increíbles de bencedrina a lo largo de seis meses. Durante este período desarrolló una psicosis producida por la droga y estuvo hospitalizada durante diez días. Continuó usando bencedrina, pero de pronto ya no pudo obtenerla. Sufrió un agudo ataque de asma. No podía respirar y la piel se le puso azul. Le di una dosis de antihistamínico (teferene) que la mejoró instantáneamente. Los síntomas no volvieron a manifestarse.
PEYOTE (mescalina). — Es indudablemente un estimulante. Dilata las pupilas y mantiene despierto. El peyote provoca intensas náuseas. Los consumidores experimentan dificultades para mantenerlo dentro del estómago el tiempo suficiente para que produzca efecto; un efecto que es similar, en ciertos aspectos, al de la marihuana. Se acentúa la sensibilidad ante las impresiones y especialmente para los colores. La intoxicación con peyote provoca una peculiar conciencia vegetal o identificación con la planta. Todo se parece a una planta de peyote. Es fácil comprender por qué los indios creen que hay un espíritu que reside en el cactus del peyote.
Una sobredosis puede ocasionar parálisis respiratoria y muerte. Conozco un caso de éstos. No existen motivos para creer que el peyote sea adictivo.

BANNISTERIA CAAPI (harmalina, bannisterina, telepatina). — La Bannisteria caapi es una enredadera de crecimiento rápido. Al parecer, el principio activo se encuentra en la madera de la enredadera recién cortada. La corteza interior es la que se considera más activa, y las hojas no se usan nunca. Se necesita una gran cantidad de planta para sentir todos los efectos de la droga. Para una persona se necesitan unos cinco trozos de enredadera de unos veinte centímetros cada uno. La planta se machaca y se cuece por espacio de dos horas o más junto a las hojas de un arbusto identificado como Palicourea sp. rubiaceae.
El yage o ayahuasca (los nombres indios más usuales de la Bannisteria caapi) es un estupefaciente alucinógeno que provoca un profundo desarreglo de los sentidos. En sobredosis es un veneno que provoca convulsiones. El antídoto es un barbitúrico o cualquier otro sedante anticonvulsivo potente. Quien tome yage por primera vez debe tener preparado un sedante en previsión de una sobredosis.
Las propiedades alucinógenas del yage le han convertido en un producto que usan los brujos para incrementar sus poderes. También lo usan como curalotodo en el tratamiento de diversas dolencias. El yage hace descender la temperatura del cuerpo y, en consecuencia, es relativamente útil en el tratamiento de la fiebre. Es un poderoso antihelmíntico, indicado en el tratamiento de las lombrices estomacales o intestinales. El yage induce un estado de anestesia de la conciencia, y se utiliza en ritos donde los iniciados deben someterse a pruebas dolorosas, tales como la flagelación o las picaduras de hormigas.
Según mis informaciones, sólo es activa la enredadera recién cortada. No encontré manera de secar, extraer o conservar el principio activo. Las tinturas no resultan activas. La planta seca es completamente inerte. La farmacología del yage requiere investigación de laboratorio. Dado que el extracto en bruto es tan poderoso y alucinógeno, es posible que se puedan obtener resultados más espectaculares aún con variedades sintéticas. Indudablemente el asunto requiere mayor investigación.
No he apreciado efecto dañino alguno que pueda atribuirse al uso del yage. Los brujos que lo usan constantemente parecen disfrutar de una salud normal. La tolerancia se adquiere en seguida, así que pronto se puede beber el extracto sin náuseas ni cualquier otro efecto molesto.
El yage es un estupefaciente único. La intoxicación con yage es, en algunos aspectos, similar a la intoxicación con hashish. En ambos casos hay un cambio del punto de vista, una extensión de la conciencia más allá de la experiencia ordinaria. Pero el yage provoca un desequilibrio de los sentidos más profundo con evidentes alucinaciones. La visualización de resplandores azules es algo peculiar de la intoxicación con yage.
Hay un amplio espectro de actitudes con respecto al yage. Muchos indios y la mayoría de los consumidores blancos parecen considerarlo simplemente como un intoxicante más, semejante al alcohol. En otros grupos tiene una utilización y un significado ritual. Entre los jíbaros, los jóvenes toman yage para entrar en contacto con los espíritus de sus antepasados y recibir informaciones de su vida futura. También es usado en los ritos de iniciación para anestesiar a los iniciados que deban sufrir duras pruebas. Todos los brujos lo usan en su práctica cotidiana de adivinar el futuro, encontrar objetos perdidos o robados, descubrir al autor de un crimen, diagnosticar y tratar enfermedades.
El alcaloide de la Bannisteria caapi fue aislado en 1923 por Fisher Cárdenas. Lo denominó telepatina y también bannisterina. Rumf demostró que la telepatina era idéntica a la harmina, el alcaloide del Perganum Harmala.
La Bannisteria caapi, evidentemente, no provoca adicción.

NUEZ MOSCADA. — Los presos y los marinos a veces recurren a la nuez moscada. Se toma más o menos una cucharada mezclada con agua. Los resultados son vagamente similares a los de la marihuana, y aparecen algunos efectos secundarios: dolor de cabeza y náuseas. Aun suponiendo que fuera posible hablar de adicción a la nuez moscada, es probable que antes de que llegara a tener lugar esta adicción sobreviniera la muerte. Sólo he tomado nuez moscada en una ocasión.
Los indios de Sudamérica utilizan bastantes estupefacientes de la familia de la nuez moscada. Usualmente esnifan el polvo seco de la planta. Los brujos absorben estas sustancias tóxicas y caen en estados convulsivos. Se piensa que sus movimientos y gruñidos tienen un significado profético. Un amigo mío estuvo gravemente enfermo durante tres días tras experimentar en América del Sur con una droga de la familia de la nuez moscada.

DATURA-ESCOPOLAMINA. — Los morfinómanos se envenenan con cierta frecuencia al tomar morfina en combinación con escopolamina.
En una ocasión conseguí algunas ampollas que contenían morfina y cantidades inapreciables de escopolamina. Me puse seis ampollas en una sola inyección y el resultado fue un estado psicótico que duró varias horas; durante ese tiempo me atendió el dueño de la casa donde estaba. Al día siguiente no recordaba nada de lo ocurrido.
Las drogas del grupo de la datura son usadas por los indios de Sudamérica y México. Las muertes, se dice, son frecuentes.
La escopolamina ha sido utilizada por los rusos como droga de verdad, con resultados dudosos. El sujeto es posible que se vea obligado a revelar sus secretos, pero es absolutamente incapaz de recordarlos. A menudo, la historia falsa y la información secreta están inextricablemente mezcladas. Creo que la mescalina ha tenido mucho éxito para arrancar informaciones a sospechosos.

La adicción a la morfina es una enfermedad metabólica producida por el uso de morfina. En mi opinión, el tratamiento psicológico no sólo es inútil, sino que está contraindicado. Estadísticamente, la gente que se vuelve morfinómana es la que tiene acceso al producto: médicos, enfermeras, cualquier contacto con el mercado negro. En Persia, donde el opio se vende sin control en tiendas especiales, el 70 por 100 de la población adulta es adicta. Según esto, ¿debemos psicoanalizar a varios millones de persas para descubrir los conflictos profundos y las ansiedades que les han llevado al consumo de opio? Creo que no es el caso. Según mi propia experiencia, la mayoría de los adictos no son neuróticos y no necesitan psicoterapia. El tratamiento con apomorfina y el acceso a la apomorfina en caso de recaída, indudablemente arrojarían un porcentaje más elevado de curas permanentes que cualquier programa de «rehabilitación psicológica».